Evangelio según San Marcos 10,13-16.
Le trajeron entonces a unos niños para que los tocara, pero los discípulos los reprendieron.
Al ver esto, Jesús se enojó y les dijo: "Dejen que los niños se acerquen a mí y no se lo impidan, porque el Reino de Dios pertenece a los que son como ellos.
Les aseguro que el que no recibe el Reino de Dios como un niño, no entrará en él".
Después los abrazó y los bendijo, imponiéndoles las manos.
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Me imagino a Jesús abrazando los niños ¡qué imagen tan impresionante! ¿cómo habrá sido?
A veces nos acostumbramos a la figura de Jesús y se nos olvida lo grande que es el hecho de la Encarnación: Dios sin dejar de ser lo que era, asumió lo que no era, es decir, sin dejar su divinidad asumió la humanidad y se hizo hombre y como Dios-Hombre salvó al mundo entero del abismo en el que estaba por el pecado.
Qué impresionante pensar en Jesús Dios-Hombre abrazando, comiendo, besando, curando, hablando... Dios tan humano, tan nuestro, tan cercano...
Y saber que nada de eso ha cambiado; Dios sigue amando, abrazando, besando, curando, hablando entre nosotros. Dios sigue presente y su amor sigue latente. Dios sigue aquí y ahora.
Todo por la Inmaculada, nada sin Ella.
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