Evangelio según San Marcos 6,7-13.
Entonces llamó a los Doce y los envió de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus impuros.
Y les ordenó que no llevaran para el camino más que un bastón; ni pan, ni alforja, ni dinero;
que fueran calzados con sandalias, y que no tuvieran dos túnicas.
Les dijo: "Permanezcan en la casa donde les den alojamiento hasta el momento de partir.
Si no los reciben en un lugar y la gente no los escucha, al salir de allí, sacudan hasta el polvo de sus pies, en testimonio contra ellos".
Entonces fueron a predicar, exhortando a la conversión; expulsaron a muchos demonios y curaron a numerosos enfermos, ungiéndolos con óleo.
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Me imagino la parafernalia que necesitaban los fariseos o maestros de la ley para hacer sus catequesis. Con tanta norma sobre la pureza de los platos y de las manos, además de sus vestidos y necesidades, estos tipos debieron ser una verdadera carga para Israel. Es como si alguien fuera a recibir a un rey en su casa, necesitaría grandes y suculentos manjares para él y su séquito, además de hermosas instalaciones y toda una corte para atender las necesidades de su majestad.
En cambio, Jesús envía a sus discípulos de dos en dos con las instrucciones de no llevar nada. Nada de dinero, nada de vestidos, nada alforja. Donde llegaran, allí se deberían quedar y si les daban algo de comer, no debían reparar sobre ello.
¡Qué diferente es Jesús!, ¿no? Jesús, siendo Dios, no quería ser atendido como un príncipe o como un rey, y tampoco quería que sus discípulos lo fueran.
¿Será que hoy, los que seguimos a Jesús, vivimos esa sencillez del Evangelio?
TPI
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