Evangelio según San Marcos 7,24-30.
Después Jesús partió de allí y fue a la región de Tiro. Entró en una casa y no quiso que nadie lo supiera, pero no pudo permanecer oculto.
En seguida una mujer cuya hija estaba poseída por un espíritu impuro, oyó hablar de él y fue a postrarse a sus pies.
Esta mujer, que era pagana y de origen sirofenicio, le pidió que expulsara de su hija al demonio.
El le respondió: "Deja que antes se sacien los hijos; no está bien tomar el pan de los hijos para tirárselo a los cachorros".
Pero ella le respondió: "Es verdad, Señor, pero los cachorros, debajo de la mesa, comen las migajas que dejan caer los hijos".
Entonces él le dijo: "A causa de lo que has dicho, puedes irte: el demonio ha salido de tu hija".
Ella regresó a su casa y encontró a la niña acostada en la cama y liberada del demonio.
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¿Qué es más importante, la sangre o el corazón? Cuando hablo de sangre me refiero a la procedencia, a la familia, a la estirpe. Cuando hablo de corazón, me refiero a lo que hay en el interior del hombre.
Ahora bien, otra vez la pregunta: ¿Qué es lo más importante?
Parece que para Jesús lo más importante es el corazón y no la sangre, porque de lo contrario, no habría ayudado a aquella mujer que no pertenecía a la estirpe judía. Pero, entonces ¿qué fue lo que conmovió a Jesús? El corazón de aquella mujer.
¿Qué ve Dios en los corazones? ¿qué le atrae de los corazones a Dios? ¿Por qué quiere nuestro corazón?
Qué diferentes somos nosotros. La mayoría de las veces, lo último que miramos, si es que lo miramos, es el corazón de los demás. ¿O alguna vez te han preguntado en una entrevista de trabajo: cómo es tu corazón?
TPI
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