Todos los publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo.
Los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: "Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos".
Jesús les dijo entonces esta parábola:
"Si alguien tiene cien ovejas y pierde una, ¿no deja acaso las noventa y nueve en el campo y va a buscar la que se había perdido, hasta encontrarla?
Y cuando la encuentra, la carga sobre sus hombros, lleno de alegría, y al llegar a su casa llama a sus amigos y vecinos, y les dice: "Alégrense conmigo, porque encontré la oveja que se me había perdido".
Les aseguro que, de la misma manera, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta, que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse". Y les dijo también: "Si una mujer tiene diez dracmas y pierde una, ¿no enciende acaso la lámpara, barre la casa y busca con cuidado hasta encontrarla?
Y cuando la encuentra, llama a sus amigas y vecinas, y les dice: "Alégrense conmigo, porque encontré la dracma que se me había perdido". Les aseguro que, de la misma manera, se alegran los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierte".
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Dice San Francisco de Sales: "¿Quién se podrá extrañar que de vez en cuando un soldado resulte herido en la batalla? ¿quién se asombrará porque el campesino que camina entre el barro de vez en cuando pueda tropezar y embarrarse un poco?".
Todo en la vida somos ovejas perdidas cuando caemos en las miserias del pecado y de la debilidad. Todos hemos ofendido al Señor de alguna manera en nuestra vida, pero no por eso debemos sentirnos desfallecer, pues ¿quién se extraña de que un soldado pueda resultar herido en la batalla?
Sólo quien no combate no resulta herido nunca, y quien no camina y se esfuerza nunca caerá en el barro.
Dice San Agustín: "Si no quieres sufrir no ames, pero si no amas, ¿para qué quieres vivir?".
Así pues, Jesús vino por todos nosotros (ovejas perdidas) y hay más alegría en el cielo por un pecador que se convierte que por cien que no lo necesitan, de la misma manera que hay más alegría por un sólo soldado que herido en la batalla regresa a casa que por cien que nunca salieron a luchar por miedo a ser heridos.
Todo por la Inmaculada, nada sin Ella.
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