Entonces Jesús les dijo esta parábola:
«Si alguno de ustedes pierde una oveja de las cien que tiene, ¿no deja las otras noventa y nueve en el desierto y se va en busca de la que se le perdió hasta que la encuentra?
Y cuando la encuentra, se la carga muy feliz sobre los hombros, y al llegar a su casa reúne a los amigos y vecinos y les dice: “Alégrense conmigo, porque he encontrado la oveja que se me había perdido.”
Yo les digo que de igual modo habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que vuelve a Dios que por noventa y nueve justos que no tienen necesidad de convertirse.
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Si hay una parte del cuerpo que representa el amor es el corazón. El corazón es un órgano vital. Por él pasa toda la sangre y es el que riega todo el cuerpo. No para de trabajar ni un solo momento. Nos recuerda que está allí en cada instante con sus latidos. Salta de gozo con la alegría; se estremece con la adversidad; se hace sentir en el dolor y se quiere salir con la emoción y con el miedo.
Siendo el corazón un órgano tan interno y protegido por el pecho y las costillas, es quizá el más elocuente de los órganos. Además de todo esto, el corazón ha sido escogido por Dios como la imagen visible de su amor. Dios mismo dispuso que varios místicos a lo largo de la historia recibieran la revelación del Corazón de Jesús, empezando por el discípulo amado que se recostó en el pecho del Maestro en la última cena; pasando por Santa Gertrudis y teniendo su punto máximo en Santa Margarita María de Alacoque.
Pero ¿Qué tiene que decirnos el Corazón de Jesús? simplemente una cosa y nada más... que nos ama. ¡Y eso basta!
Jesús escogió revelarse en el Sagrado Corazón de Jesús para que pudriéramos entender cuán grande es su amor. Jesús quiso entregarnos su Corazón, ya traspasado por amor, para que gocemos desde ya de las delicias de su amor y de lo que tiene preparado para nosotros.
Las Doce Promesas del Sagrado Corazón
En mayo de 1673, el Corazón de Jesús le dio a Santa Margarita María para aquellas almas devotas a su Corazón las siguientes promesas:
* Les daré todas las gracias necesarias para su estado de vida.
* Les daré paz a sus familias.
* Las consolaré en todas sus penas.
* Seré su refugio durante la vida y sobre todo a la hora de la muerte.
* Derramaré abundantes bendiciones en todas sus empresas.
* Los pecadores encontrarán en mi Corazón un océano de misericordia.
* Las almas tibias se volverán fervorosas.
* Las almas fervorosas harán rápidos progresos en la perfección.
* Bendeciré las casas donde mi imagen sea expuesta y venerada.
* Otorgaré a aquellos que se ocupan de la salvación de las almas el don de mover los corazones más endurecidos.
* Grabaré para siempre en mi Corazón los nombres de aquellos que propaguen esta devoción.
* Yo te prometo, en la excesiva misericordia de mi Corazón, que su amor omnipotente concederá a todos aquellos que comulguen nueve Primeros Viernes de mes seguidos, la gracia de la penitencia final: No morirán en desgracia mía, ni sin recibir sus Sacramentos, y mi Corazón divino será su refugio en aquél último momento.
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