06 junio, 2013

La ley y la libertad

Evangelio según San Marcos 12,28-34.
Entonces se adelantó un maestro de la Ley. Había escuchado la discusión y estaba admirado de cómo Jesús les había contestado. Entonces le preguntó: «¿Qué mandamiento es el primero de todos?»
Jesús le contestó: «El primer mandamiento es: Escucha, Israel: El Señor nuestro Dios es un único Señor.
Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu inteligencia y con todas tus fuerzas. Y después viene este otro: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay ningún mandamiento más importante que éstos.»
El maestro de la Ley le contestó: «Has hablado muy bien, Maestro; tienes razón cuando dices que el Señor es único y que no hay otro fuera de él, y que amarlo con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas y amar al prójimo como a sí mismo vale más que todas las víctimas y sacrificios.»
Jesús vio que ésta era respuesta sabia y le dijo: «No estás lejos del Reino de Dios.» Y después de esto, nadie más se atrevió a hacerle nuevas preguntas.
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En un estado de gobierno las leyes y normas se dan para el correcto funcionamiento del estado. La ley no es una carga insoportable impuesta por quienes nos las tienen que cumplir para el beneficio de unos pocos, sino una norma común que guíe el sendero hacia la verdadera libertad y la paz.
Así mismo, las leyes de Dios no son una carga insoportable que no se puede cumplir, impuesta por Dios que está sobre ellas y que tiene como fin amargarnos la vida. Al contrario, los mandamientos son el sendero correcto por el que debemos caminar para encontrar la felicidad, la paz y sobre todo la libertad.
La libertad es verdadera cuando se da en medio de la posibilidad de no ejercerla, es decir, sólo quien tiene la posibilidad de no ser libre es verdaderamente libre por elegirla. Por el contrario, quien no tiene la posibilidad de elegir no es verdaderamente libre porque estaría actuando según una única posibilidad.
Por todo esto Dios nos permite elegir entre la Vida y la muerte; entre el bien y el mal; entre el pecado y la gracia; entre la salvación y la condenación. Así pues el camino es simple: ¿Quieres salvarte? Ama a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo. Las demás leyes y mandamientos apuntan a esta única ley, la ley del amor cristiano.
Todo por la Inmaculada, nada sin Ella.

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