Todos los publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo.
Los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: "Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos".
Jesús les dijo entonces esta parábola:
"Si alguien tiene cien ovejas y pierde una, ¿no deja acaso las noventa y nueve en el campo y va a buscar la que se había perdido, hasta encontrarla?
Y cuando la encuentra, la carga sobre sus hombros, lleno de alegría, y al llegar a su casa llama a sus amigos y vecinos, y les dice: "Alégrense conmigo, porque encontré la oveja que se me había perdido".
Les aseguro que, de la misma manera, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta, que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse".
Y les dijo también: "Si una mujer tiene diez dracmas y pierde una, ¿no enciende acaso la lámpara, barre la casa y busca con cuidado hasta encontrarla?
Y cuando la encuentra, llama a sus amigas y vecinas, y les dice: "Alégrense conmigo, porque encontré la dracma que se me había perdido".
Les aseguro que, de la misma manera, se alegran los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierte".
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La alegría del cielo por una conversión debe ser igual a la alegría de una madre por un hijo perdido que vuelve al hogar. Si una madre se alegra tanto, ¿cómo será la alegría de Dios?
Cuando un hijo se va del hogar la madre sufre por no saber para dónde se fue el hijo, por no saber si está bien, por no saber si está pasando hambre y frío. Pero todas estas cosas son temporales y a lo más grave que pueden llevar es a la muerte terrena. En cambio, cuando un hijo de Dios se va del hogar, no pasa hambre, frío y peligros físicos, sino espirituales y puede terminar en la muerte eterna, que es muchísimo más grave que la muerte terrena.
Para nosotros la vida es el bien máximo y la muerte es la peor desgracia. Pero ante los ojos de Dios, la verdadera felicidad está en la vida de comunión con Él eternamente y la muerte es sólo el paso hacia este encuentro maravilloso. La peor desgracias está en la muerte eterna, en vivir alejados de Dios para siempre.
Por todo esto hay más alegría por un sólo pecador que se convierte que por 99 justos que se salvan, porque el uno estaba perdido y los 99 estaban a salvo.
Todo por la Inmaculada, nada sin Ella.
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