En aquel momento Jesús se estremeció de gozo, movido por el Espíritu Santo, y dijo: "Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así lo has querido.
Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie sabe quién es el Hijo, sino el Padre, como nadie sabe quién es el Padre, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar".
Después, volviéndose hacia sus discípulos, Jesús les dijo a ellos solos: "¡Felices los ojos que ven lo que ustedes ven!
¡Les aseguro que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que ustedes ven y no lo vieron, oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron!".
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La grandeza de Dios se oculta a los que tienen ojos de águila o de lince y se presenta a los miopes. Dios rompe los paradigmas y acaba con lo que creemos saber de él. Dios es tan diferente a nosotros que toda la teología es nada en comparación de lo que es.
Es imposible entender a Dios, no porque no podamos, sino porque no sería suficiente una eternidad de estudio para lograrlo.
Es famosa aquella anécdota de Santo Tomás de Aquino que iba a quemar la Suma Teológica porque comprendió que no comprendía nada. Así mismo, cada día que pasa, uno se da cuenta de que Dios es Dios y hace cosas maravillosas cada día.
Dios dibuja tan cerquita que es difícil verlo. Dios habla tan pasito que es difícil escucharlo. Sin embargo, allí está todo el tiempo acompañándonos y amándonos.
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