Evangelio según San Mateo 11,25-27.
Jesús dijo:
"Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños.
Sí, Padre, porque así lo has querido.
Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, así como nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar."
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Podríamos decir que sabemos que Dios se ha estado revelando. Podríamos decir que Dios nos ha creado. Podríamos decir que Dios se encarnó en Jesucristo. Podríamos decir que Jesucristo fundó la Iglesia, y así, sucesivamente, podríamos hablar mucho sobre Dios. Pero... ¿conocemos verdaderamente a Dios?
Uno puede saber muchas cosas de su actor favorito o del mejor jugador de fútbol, pero de ahí a conocerlo verdaderamente hay mucha distancia.
Conocer a alguien no es tener siempre en la mente los datos biográficos más importantes, ni la cronología exacta de su vida. Conocer a alguien es más que saber sus gestos y sus frases más célebres. Conocer a alguien es algo más que memorizar información sobre esa persona.
Para conocer a alguien hay hace falta encontrarse con esa persona, compartir con ella, ser parte de su vida y hacerla parte de la nuestra. Para conocer a alguien hay que tener cierta amistad y cierta intimidad.
Mucho más cuando hablamos de Dios. ¿Cuál es mi relación con Dios? ¿es un personaje más de la historia sobre quien tenemos algunos datos? ¿soy amigo de Dios y Dios es amigo mío?
"Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños".
Todo por la Inmaculada, nada sin Ella.
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