Evangelio según San Mateo 13,31-35.
Jesús propuso a la gente otra parábola:
"El Reino de los Cielos se parece a un grano de mostaza que un hombre sembró en su campo.
En realidad, esta es la más pequeña de las semillas, pero cuando crece es la más grande de las hortalizas y se convierte en un arbusto, de tal manera que los pájaros del cielo van a cobijarse en sus ramas".
Después les dijo esta otra parábola: "El Reino de los Cielos se parece a un poco de levadura que una mujer mezcla con gran cantidad de harina, hasta que fermenta toda la masa".
Todo esto lo decía Jesús a la muchedumbre por medio de parábolas, y no les hablaba sin parábolas,
para que se cumpliera lo anunciado por el Profeta: Hablaré en parábolas, anunciaré cosas que estaban ocultas desde la creación del mundo.
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No solemos conformarnos con cosas pequeñas. Todos tenemos grandes aspiraciones y quisiéramos triunfar en los grandes retos. Nos gusta la idea de escalar montañas, surcar los cielos, dominar las profundidades del mar y llegar a otros planetas. Todos quisiéramos ser los mejores en algo o que nuestros hijos alcancen las metas que nosotros no pudimos. Pero, ¿qué hay con el Reino de los Cielos?
El Reino de los Cielos es la meta principal a la que debemos aspirar, es dejar a Dios ser Rey en nosotros; es ceder nuestro gobierno propio al gobierno de Dios; es amar y servir al Señor.
Pero el Reino de los Cielos no se alcanza subiendo hasta las nubes o viajando a la velocidad de la luz. Tampoco se alcanza estudiando apasionadamente durante seis años seguidos o haciendo doctorados en alguna prestigiosa universidad internacional.
El Reino de los Cielos se parece a una pequeña semilla que se siembra y se cultiva todos los días, por el resto de la vida. Y en el momento menos pensado crecerá y se elevará sobre las demás plantas para dar muchos frutos. El Reino de los Cielos es simple, es sencillo, está al alcance de todos. Pero muchas veces preferimos metas más "altas" y muchísimo más difíciles porque pensamos que el Reino es poca cosa, pero no hay nada más alejado de la realidad. Y tiene que ser así, porque si el Reino no estuviera al alcance de todos, entonces Dios no querría la salvación de todos.
Todo por la Inmaculada, nada sin Ella.
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