Aquél día no me harán más preguntas. Les aseguro que todo lo que pidan al Padre, él se lo concederá en mi Nombre. Hasta ahora, no han pedido nada en mi Nombre. Pidan y recibirán, y tendrán una alegría que será perfecta.
Les he dicho todo esto por medio de parábolas. Llega la hora en que ya no les hablaré por medio de parábolas, sino que les hablaré claramente del Padre.
Aquel día ustedes pedirán en mi Nombre; y no será necesario que yo ruegue al Padre por ustedes,
ya que él mismo los ama, porque ustedes me aman y han creído que yo vengo de Dios.
Salí del Padre y vine al mundo. Ahora dejo el mundo y voy al Padre".
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Señor, has dicho: "hasta ahora no han pedido nada en mi Nombre. Pidan y recibirán, y tend´ran una alegría que será perfecta". Hoy reclamo tu promesa, hoy pido en tu Nombre.
Padre, en el Nombre de Jesús, pido a Jesús en mi vida. Pido la alegría de sentirme amado por Dios. Pido la alegría perfecta".
¿Será que Dios, como Padre amoroso, no me escuchará?
DSB
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(La imagen corresponde al artista Beillure:
"Si nosotros llevamos todas las cosas con paciencia y alegría por Cristo, escribe, hermano León, que en esto está la perfecta alegría". (San Francisco en Florecillas, 7)
El día no puede ser más desapacible. Nieva copiosamente y el viento frío vence los cuerpos de los dos religiosos, descalzos sobre la nieve, blanco el camino, los montes lejanos y los arbustos próximos. Francisco alza un tanto el cuerpo y entrelazando los dedos de las manos piensa en lo que sería la perfecta alegría, consistente en poder compartir por amor los dolores de Cristo, como un singular favor:
-- ¿Sabes, León, en que consiste la perfecta alegría? Supón que al llegar ahora al convento desfallecidos, humedecidos los hábitos y cubiertos de barro, el portero incomodado nos despide llamándonos bribones e hipócritas que robamos las limosnas de los pobres, y que, al insistir obligados por el hambre, nos rechaza no sin antes golpearnos y arrastrarnos por tierra, si acertamos entonces a sufrir con agradecida paciencia tales adversidades, escribe, hermano León, que en eso reside la perfecta alegría.
El toque de pincel transparente que representa los montes, la vegetación y el camino muestra los intensos blancos de la nieve. Este color envuelve a los personajes cuyas formas y rostros reflejan el sufrimiento de estos momentos. La cara del santo con los ojos dirigidos al cielo eleva una plegaria. Su compañero, con un físico quebrado por el cansancio, no parece tener fuerzas siquiera para continuar el camino.
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