Evangelio según San Mateo 22,34-40.
Cuando los fariseos se enteraron de que Jesús había hecho callar a los saduceos, se reunieron en ese lugar, y uno de ellos, que era doctor de la Ley, le preguntó para ponerlo a prueba:
"Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la Ley?".
Jesús le respondió: "Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu espíritu. Este es el más grande y el primer mandamiento. El segundo es semejante al primero: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas".
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La santidad no es otra cosa que preferir el bien al mal. El pecado es preferir el mal al bien. A veces no es fácil decidir entre el bien y el mal porque el mal suele disfrazarse de bien y el bien a veces se presenta como un jarabe amargo. A veces es muchísimo más cómodo el mal que el bien y en muchas ocasiones el mal es remunerado.
Todo el tiempo estamos recibiendo información errada sobre lo que es bueno y lo que es malo. En todo momento estamos siendo bombardeados con parámetros de conducta diferentes a los que exige el Evangelio. Lo malo se presenta como normal o bueno, mientras lo bueno se presenta como exagerado o errado o incluso superado.
Sólo un diálogo directo con Dios por medio de su Palabra y la oración nos puede encarrilar diariamente para no sucumbir ante la tentación de bajar las manos y caer en el juego del mundo.
Todo por la Inmaculada, nada sin Ella.
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