«Ustedes serán verdadero discípulos míos si perseveran en mi palabra; entonces conocerán la verdad, y la verdad los hará libres.» dice el Señor. Pero ¿Libres de qué? Libres de la esclavitud del pecado.
El pecador es esclavo de sus pasiones, así como el que vive en impurezas sexuales es esclavo de eso, y no puede soltarse de ese pecado. El pecado es como una enredadera que todo lo envuelve y cada vez es más grande y más pesada.
El pecado empieza a clavar sus raíces en lo profundo del alma y se empieza a alimentar de la vida espiritual, hasta el punto de secarla totalmente. El pecado es también como el barro que todo lo ensucia y todo lo hace hediondo; con el tiempo se pone duro y forma una costra difícil de quitar.
Para ser verdaderos discípulos de Jesús hay que PERSEVERAR EN SU PALABRA, pero ¿Qué significa esto? Su Palabra es más que las Sagradas Escrituras. Jesús no se refiere aquí a estar leyendo todo el día la Biblia, porque eso hacían los fariseos y los maestros de la Ley. Jesús se refiere a perseverar en sus enseñanzas y en hacer, como María, su voluntad.
Pero ese perseverar se da en lo PEQUEÑO:
- Perseverar en el bien, en la pureza de palabras, obras, miradas e intenciones.
- Perseverar en la caridad.
- Perseverar en la oración diaria.
- Perseverar en la mortificación de los sentidos por medio de renuncias y privaciones (de lo contrario nuestro cuerpo nos dominará).
- Perseverar en SER EUCARISTÍA, entregándonos todos los días a hacer perfectamente lo que tenemos que hacer.
- Perseverar en la obediencia a nuestros superiores (papá, mamá, jefes, profesores, superior de comunidad, etc.), especialmente al Papa.
- Perseverar en la devoción a María; vivir la Consagración a Nuestra Señora.
Todo por la Inmaculada, nada sin Ella.
Gabriel López
1 comentario:
Así es, el pecado es aquel que nos aleja de la verdad, del amor y nos acerca a nosotros mismos desordenadamente y sin coherencia.
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