09 febrero, 2013

A Jesús le duelen las almas

Evangelio según San Marcos 6,30-34.

Los Apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado.
El les dijo: "Vengan ustedes solos a un lugar desierto, para descansar un poco". Porque era tanta la gente que iba y venía, que no tenían tiempo ni para comer.
Entonces se fueron solos en la barca a un lugar desierto.
Al verlos partir, muchos los reconocieron, y de todas las ciudades acudieron por tierra a aquel lugar y llegaron antes que ellos.
Al desembarcar, Jesús vio una gran muchedumbre y se compadeció de ella, porque eran como ovejas sin pastor, y estuvo enseñándoles largo rato.
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Me gusta pensar en un Jesús lleno de caridad y de amor por las almas. Un Jesús que acoge con mucho cariño a sus discípulos que llegan de la misión. Un Jesús que escucha con cariño a los suyos y los instruye. Un Jesús que comparte con sus hermanos. Un Jesús que conoce bien las fatigas y cansancios del día, pero también las alegrías y triunfos del hombre.
Me gusta pensar en un Jesús que invita a sus discípulos a un lugar apartado para descansar con ellos y para instruirlos. Y que al cabo de un rato, cuando van a desembarcar en el sitio apartado y se encuentran con una multitud, no ordena que se devuelvan o que se queden en el lago lejos de la muchedumbre y del fastidio de la turba, sino que se acerca con paciencia y se pone a enseñarles a pesar del cansancio; a pesar de que ya tenían programado un rato de oraición y de silencio; a pesar de que iban a tener que "perder" todo el día con aquellas personas; a pesar de que querían estar solos.
Me encanta pensar en un Jesús que se desacomoda; que da prioridad a los demás en vez de Él; que le dedica todo el día a los necesitados. Me encanta pensar en un Jesús que tiene amor por las almas y que da todo por ellas. Me encanta pensar en un Jesús que cuida a las ovejas sin pastor.
Todo por la Inmaculada, nada sin Ella.

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