Jesús dijo a sus discípulos: Pidan y se les dará; busquen y encontrarán; llamen y se les abrirá.
Porque todo el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abrirá.
¿Quién de ustedes, cuando su hijo le pide pan, le da una piedra?
¿O si le pide un pez, le da una serpiente?
Si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre celestial dará cosas buenas a aquellos que se las pidan!
Todo lo que deseen que los demás hagan por ustedes, háganlo por ellos: en esto consiste la Ley y los Profetas.
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Dice Jesús en el evangelio: "Pidan y se les dará; busquen y encontrarán; llamen y se les abrirá. Porque todo el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abrirá". Los verbos son: Pedir, buscar y llamar. Si hay que pedir es porque hay cosas reservadas. Si hay que buscar es porque hay cosas escondidas. Si hay que llamar es porque hay puertas cerradas. Pero el Señor no dice: aunque no pidan se les dará. Aunque no busquen encontrarán y aunque no llamen se les abrirá.
El Reino de los cielos es gratuito, pero sólo es para aquellos que de alguna manera lo piden, lo buscan y llaman para que los dejen entrar.
La felicidad es algo que todos buscamos. Nadie, por inteligente, bruto, sabio, feo, guapo, rico o pobre que sea, vive sin buscar la felicidad. Pero ¿dónde encontrarla? ¿en qué consiste? Esta felicidad se halla sólo en Dios, porque Dios es la fuente misma de la felicidad. Y hoy Jesús nos da la clave para encontrarla: PEDIR LA FELICIDAD, BUSCAR LA PUERTA ESCONDIDA QUE CONDUCE A ELLA Y LLAMAR PARA QUE NOS DEJEN ENTRAR. (Pero hay un pequeño atajo para ser más escuchados en la oración y encontrar la puerta escondida más rápido y abierta: María, camino rápido, seguro, fácil y perfecto para llegar a Dios, es decir, a la felicidad).
Todo por la Inmaculada, nada sin Ella.
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