En esos días, Jesús se retiró a una montaña para orar, y pasó toda la noche en oración con Dios.
Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos y eligió a doce de ellos, a los que dio el nombre de Apóstoles:
Simón, a quien puso el sobrenombre de Pedro, Andrés, su hermano, Santiago, Juan, Felipe, Bartolomé,
Mateo, Tomás, Santiago, hijo de Alfeo, Simón, llamado el Zelote, Judas, hijo de Santiago, y Judas Iscariote, que fue el traidor.
Al bajar con ellos se detuvo en una llanura. Estaban allí muchos de sus discípulos y una gran muchedumbre que había llegado de toda la Judea, de Jerusalén y de la región costera de Tiro y Sidón, para escucharlo y hacerse curar de sus enfermedades. Los que estaban atormentados por espíritus impuros quedaban curados;
y toda la gente quería tocarlo, porque salía de él una fuerza que sanaba a todos.
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Jesús pasó toda la noche en oración. Me imagino al Señor toda lo noche orando por la elección de los discípulo. La verdad es que siendo Dios no tenía la necesidad de hacerlo, sin embargo lo hizo. Es interesante ver cómo el Señor amó a los que eligió y a los que eligió los eligió bien. El Señor no se equivocó con los discípulos. Sin embargo Judas lo traicionó. ¿Por qué lo traicionó Judas? ¿Acaso el Señor se equivocó en la elección de los doce? No, el Señor no se equivocó llamando a los discípulos, los que se equivocaron fueron los discípulos al responderle al Señor.
Así mismo, el Señor nos llama a todos a una vida santa y llena de caridad por medio de la obediencia, porque la obediencia en la caridad y la caridad obediente son la clave para la santidad. Pero, ¿por qué no todo el mundo es santo? ¿Acaso porque el Señor se equivocó al llamarnos? No, al igual que con los discípulos, los que nos equivocamos somos nosotros al no responderle bien al Señor.
Todo por la Inmaculada, nada sin Ella.
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