Jesús bajó a Cafarnaún, ciudad de Galilea, y enseñaba los sábados. Y todos estaban asombrados de su enseñanza, porque hablaba con autoridad. En la sinagoga había un hombre que estaba poseído por el espíritu de un demonio impuro; y comenzó a gritar con fuerza; "¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido para acabar con nosotros? Ya sé quién eres: el Santo de Dios".
Pero Jesús lo increpó, diciendo: "Cállate y sal de este hombre". El demonio salió de él, arrojándolo al suelo en medio de todos, sin hacerle ningún daño.
El temor se apoderó de todos, y se decían unos a otros: "¿Qué tiene su palabra? ¡Manda con autoridad y poder a los espíritus impuros, y ellos salen!".
Y su fama se extendía por todas partes en aquella región.
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A veces podemos caer en la tentación de actuar como los contemporáneos de Jesús: dejarnos llevar por la novedad y escuchar de aquel hombre famoso que expulsa demonios sólo con su palabra. Esto es algo que nos gusta y que causa revuelo. Todo el mundo quiere ver a un hombre con poderes sobrenaturales que hace liberaciones delante de todo el mundo y al cual los demonios le obedecen. Todos queremos ver a un Jesús que hace milagros, camina sobre las aguas, seca higueras, resucita muertos, cura enfermos y se enfrenta a los fariseos. Todos queremos ir al "Show de Jesucristo" a ver a ese gran personaje. Pero, cuando empezamos a ver a Jesús no como un gran artista de la televisión, sino como Dios, que exige un cambio de vida, que ama y exige ser amado, las cosas cambian.
Cuando este Jesús deja de ser un personaje de la farándula y empieza a increpar mi consciencia y a exigirme humildad, amor, entrega, paz, honestidad... las cosas pueden ser más difíciles y se corre la tentación de "cambiar de canal" porque ese "Show" ya aburre.
¿Qué vamos a hacer? mirar a Jesucristo no como "un gran hombre" sino como verdaderamente es: el Dios-Hombre que vino a salvarnos y a darnos la felicidad y que no es simplemente otro personaje más de la historia.
Jesús es Dios, y no puede no serlo, porque sólo Dios es capaz de amar como Jesús y sólo Jesús es capaz de amar como Dios. Jesús no es alguien a quien podemos acudir de vez en cuando cuando tengamos serios problemas, sino que Jesús es Dios y debemos vivir en Él siempre.
Todo por la Inmaculada, nada sin Ella.
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