Lectura del santo Evangelio según san Lucas.
En aquel tiempo, mucha gente acompañaba a Jesús; él se volvió y les dijo: «Si alguno se viene conmigo y no pospone a su padre y a su madre, y a su mujer y a sus hijos, y a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío. Quien no lleve su cruz detrás de mí, no puede ser discípulo mío. Así, ¿quién de vosotros, si quiere construir una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla? No sea que, si echa los cimientos y no puede acabarla, se pongan a burlarse de él los que miran, diciendo: “Este hombre empezó a construir y no ha sido capaz de acabar”. ¿O qué rey, si va a dar la batalla a otro rey, no se sienta primero a deliberar si con diez mil hombres podrá salir al paso del que le ataca con veinte mil? Y si no, cuando el otro está todavía lejos, envía legados para pedir condiciones de paz. Lo mismo vosotros: el que no renuncia a todos sus bienes, no puede ser discípulo mío».
Donde esta tu tesoro, allí esta tu corazón.
De labios para afuera es fácil decir que mi Dios, es el numero uno en mi corazón, que no hay lugar allí para el amor desordenado a las riquezas o a la familia, o a el trabajo, todo es fácil de labios para afuera.
Pero en realidad lo que se esconde en el corazón y con lo cual hemos de luchar todos los días de nuestra vida, es con todos los apegos que tienen nuestras raíces muy profundo en esta tierra y que evitan que nuestra alma se eleve al cielo, cada apego por pequeños que sea nos ata a esta la tierra a la que no pertenecemos, el amor propio puede ser una de las raíces más largas tierra adentro, el amor desordenado a las criaturas puede ser otra raíz que nos aleje de nuestro bien eterno y de las riquezas no se diga.
"Despojaos de todo lo que os impide acercar os a Dios"
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