Al irse de allí, Jesús vio a un hombre llamado Mateo, que estaba sentado a la mesa de recaudación de impuestos, y le dijo: "Sígueme". El se levantó y lo siguió.
Mientras Jesús estaba comiendo en la casa, acudieron muchos publicanos y pecadores, y se sentaron a comer con él y sus discípulos.
Al ver esto, los fariseos dijeron a los discípulos: "¿Por qué su Maestro come con publicanos y pecadores?".
Jesús, que había oído, respondió: "No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos.
Vayan y aprendan qué significa: Yo quiero misericordia y no sacrificios. Porque yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores".
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Jesús no de turismo. Si hubiera sido así, no se habría dedicado a anunciar el Reino de una manera tan fatigosa. No habría venido a comer con pecadores ni a pelear con los fariseos.
Jesús no vino de paseo, a conocer la región de palestina y a hacer turismo religioso.
Jesús no vino a hacer amigos ni amistades influyentes que le aseguraran una vejez cómoda.
Jesús no vino a conseguir dinero ni a montar grandes negocios en la región de Palestina.
Jesús no vino a conocer las tradiciones culinarias de la zona y a pasar de pueblo en pueblo conociendo los grandes manjares.
Jesús no vino a reclutar fans para su club, ni a pasar la ponchera y acumular diezmos y hacer grandes templos.
¿A qué vino Jesús? Vino a salvarnos, a pesar de todo lo que eso implicaba para Él. Vino a salvarnos a pesar de la fatiga, el hambre, la dificultad, la abundancia o la escasez. Vino a comer con pecadores, porque somos los pecadores los que tenemos necesidad de Dios.
Todo por la Inmaculada, nada sin Ella.
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