Si me conocen a mí, también conocerán al Padre. Pero ya lo conocen y lo han visto.»
Felipe le dijo: «Señor, muéstranos al Padre, y eso nos basta.»
Jesús le respondió: «Hace tanto tiempo que estoy con ustedes, ¿y todavía no me conoces, Felipe? El que me ve a mí ve al Padre. ¿Cómo es que dices: Muéstranos al Padre?
¿No crees que yo estoy en el Padre y que el Padre está en mí? Cuando les enseño, esto no viene de mí, sino que el Padre, que permanece en mí, hace sus propias obras.
Yo estoy en el Padre y el Padre está en mí. Créanme en esto; o si no, créanlo por las obras mismas.
En verdad les digo: El que crea en mí hará las mismas obras que yo hago y, como ahora voy al Padre, las hará aún mayores.
Todo lo que pidan en mi Nombre lo haré, de manera que el Padre sea glorificado en su Hijo.
Y también haré lo que me pidan invocando mi Nombre.
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Jesús y el Padre son dos personas distintas pero un sólo Dios con el Espíritu Santo. El Hijo no es el Padre y el Padre no es el Hijo y ninguno de los dos es el Espíritu Santo. Los tres son Dios mas no son tres manifestaciones de Dios sino tres personas distintas de una misma naturaleza divina.
El Hijo fue enviado en el Espíritu Santo por el Padre para redimir a los hombres. Jesús obedeció completamente la voluntad de Dios Padre y obedeciendo nos alcanzó la salvación. Pero el mismo Jesús pudo preguntarse: ¿Qué sentido tiene que yo obedezca al Padre en algo tan absurdo como redimir a la humanidad por medio de la prueba máxima de sufrimiento, más aún cuando no son dignos de tanto? Jesús pudo haber dudado de la obediencia al Padre y tenido la tentación de interpretar el designio divino (como solemos hacer todos nosotros que interpretamos todo lo que no nos conviene). Sin embargo no fue así. Se hizo manso cordero llevado al matadero para alimentar con su Carne y con su Sangre a la humanidad entera y sacarla del hambre mortal que la agobiada hasta la muerte.
Jesús y el Padre son uno no sólo por su carácter trinitario sino por la unión de sus voluntades. Así mismo, quien una su voluntad a la de Jesucristo será uno con Él y con la Trinidad misma. La unión de las voluntades hacen que dos personas sean una. Y si una pareja de novios por la unión de sus voluntades en el amarse y entregarse durante toda la vida se hacen, por el sacramento del matrimonio, una sola carne, ¿cuánto más seremos uno solo con Jesucristo al unir nuestra voluntad a la de Él al entregarle todo nuestro amor en un sacrificio perfecto de caridad?
Todo por la Inmaculada, nada sin Ella.
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