Tomado de: www.que.es |
Muchos de los primeros serán los últimos, y muchos de los últimos serán los primeros.
Porque el Reino de los Cielos se parece a un propietario que salió muy de madrugada a contratar obreros para trabajar en su viña. Trató con ellos un denario por día y los envío a su viña.
Volvió a salir a media mañana y, al ver a otros desocupados en la plaza, les dijo: 'Vayan ustedes también a mi viña y les pagaré lo que sea justo'.
Y ellos fueron. Volvió a salir al mediodía y a media tarde, e hizo lo mismo. Al caer la tarde salió de nuevo y, encontrando todavía a otros, les dijo: '¿Cómo se han quedado todo el día aquí, sin hacer nada?'.
Ellos les respondieron: 'Nadie nos ha contratado'. Entonces les dijo: 'Vayan también ustedes a mi viña'.
Al terminar el día, el propietario llamó a su mayordomo y le dijo: 'Llama a los obreros y págales el jornal, comenzando por los últimos y terminando por los primeros'.
Fueron entonces los que habían llegado al caer la tarde y recibieron cada uno un denario.
Llegaron después los primeros, creyendo que iban a recibir algo más, pero recibieron igualmente un denario.
Y al recibirlo, protestaban contra el propietario, diciendo: 'Estos últimos trabajaron nada más que una hora, y tú les das lo mismo que a nosotros, que hemos soportado el peso del trabajo y el calor durante toda la jornada'.
El propietario respondió a uno de ellos: 'Amigo, no soy injusto contigo, ¿acaso no habíamos tratado en un denario? Toma lo que es tuyo y vete. Quiero dar a este que llega último lo mismo que a ti.
¿No tengo derecho a disponer de mis bienes como me parece? ¿Por qué tomas a mal que yo sea bueno?'.
Así, los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos".
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La envidia es sentirse mal por el bien ajeno. Estos hombres de la parábola se sintieron muy mal por el bien de los últimos que llegaron a la viña a trabajar. En vez de alegrarse por la suerte de los que llegaron a la tarde, se alegraron porque pensaron que a ellos mismos les iban a pagar más de lo que justo. Sin embargo, cuando constataron que no recibirían más por su trabajo completo se llenaron de envidia contra los que recibieron lo mismo sin haber trabajado tanto.
La envidia produce que en el corazón una división. El hombre no puede servir a dos señores al mismo tiempo y la envidia crea en lo profundo del hombre un apego a sí mismo que lo lleva a despreciar a los demás y al mismo Dios. La envidia envenena la sangre de quien la padece y transforma toda su vida, sus pensamientos, palabras y acciones. La envidia sólo logra confundir los corazones y amargar hasta el máximo a su portador.
El antídoto contra el veneno de la envidia es la caridad. Sólo con un corazón sincero se puede contrarrestar su poderoso efecto. Si no se administra una dosis fuerte de caridad en el corazón del que padece la envidia, rápidamente caerá en shock y será consumido por dentro. Se recomienda acudir al confesionario como primera medida para detener el avance del veneno. Si no se hace de manera inmediata las consecuencias podrían ser devastadoras.
Todo por la Inmaculada, nada sin Ella.
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