Evangelio según San Marcos 7,14-23.
Y Jesús, llamando otra vez a la gente, les dijo: "Escúchenme todos y entiéndanlo bien.
Ninguna cosa externa que entra en el hombre puede mancharlo; lo que lo hace impuro es aquello que sale del hombre. ¡Si alguien tiene oídos para oír, que oiga!".
Cuando se apartó de la multitud y entró en la casa, sus discípulos le preguntaron por el sentido de esa parábola.
El
les dijo: "¿Ni siquiera ustedes son capaces de comprender? ¿No saben
que nada de lo que entra de afuera en el hombre puede mancharlo, porque
eso no va al corazón sino al vientre, y después se elimina en lugares
retirados?". Así Jesús declaraba que eran puros todos los alimentos.
Luego agregó: "Lo que sale del hombre es lo que lo hace impuro.
Porque
es del interior, del corazón de los hombres, de donde provienen las
malas intenciones, las fornicaciones, los robos, los homicidios, los adulterios, la avaricia, la maldad, los engaños, las deshonestidades, la envidia, la difamación, el orgullo, el desatino.
Todas estas cosas malas proceden del interior y son las que manchan al hombre".
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A veces podemos caer en la tentación de reducir el cristianismo a un código ético fundamentado en los mandamientos más graves, es decir, no matar, no robar (cosas de valor), no decir mentiras (grandes), no fornicar (algunos dirán ¿eso todavía es pecado?) y no cometer adulterio (públicamente, es decir, dejarse pillar). Todo lo demás estaría permitido porque "no le hace daño a nadie", y "si no le hace daño a nadie, ¿por qué habría de ser pecado?). Esta tentación está presente en todas las esferas: laicos, religiosos, sacerdotes...
Pero ¿qué de cierto hay en que el cristianismo no es otra cosa más que un simple código ético?
Seguir a Cristo no es simplemente cumplir con ciertas obligaciones e ir a Misa los domignos, confesarse una vez al año (porque algunos sostienen que "el que reza y peca empata") y finalmente comulgar una vez por Pascua (aunque mi vida siga igual).
Cristo nos enseña otra cosa: no se trata de cumplir ciertos preceptos; se trata de un corazón puro. Se trata de vivir conscientemente la fe; se trata de amar de verdad. Nada de lo que entral al hombre lo hace impuro, sino lo que sale de su corazón, es allí donde se gestan las maldades: "las fornicaciones, los robos, los homicidios, los adulterios, la avaricia, la maldad, los engaños, las deshonestidades, la envidia, la difamación, el orgullo, el desatino". Es el corazón la fuente del pecado, es la intención parte fundamental en la maldad de los actos.
Así pues, un acto por oculto que sea, con una intención mala, se convierte en un acto malo, "aunque no le haga daño a nadie", porque hacerse daño a sí mismo es hacerle daño a alguien y ya está mal.
Todo por la Inmaculada, nada sin Ella.
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