Evangelio según San Marcos 2,23-28.
Un sábado en que Jesús atravesaba unos sembrados, sus discípulos comenzaron a arrancar espigas al pasar.
Entonces los fariseos le dijeron: "¡Mira! ¿Por qué hacen en sábado lo que no está permitido?".
El les respondió: "¿Ustedes no han leído nunca lo que hizo David, cuando él y sus compañeros se vieron obligados por el hambre, cómo entró en la Casa de Dios, en el tiempo del Sumo Sacerdote Abiatar, y comió y dio a sus compañeros los panes de la ofrenda, que sólo pueden comer los sacerdotes?".
Y agregó: "El sábado ha sido hecho para el hombre, y no el hombre para el sábado.
De manera que el Hijo del hombre es dueño también del sábado".
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La ley por la ley ahoga la ley y hace que pierda su sentido. De la misma manera que las normas civiles están al servicio de la sociedad, así la ley del sábado está al servicio de los hombres. Pero cuando se cae en el legalismo, entonces se pierde el espíritu de la ley misma y esta se pervierte.
Así pues, los fariseos tenían el descaro de cumplir a cabalidad las leyes, o por lo menos de hacerlas cumplir, pero su corazón estaba lejos de Dios y de la verdad. Entonces ¿qué sentido tenían todos esos preceptos? Igual nos pasa a nosotros: podemos ser ciudadanos ejemplares al cumplir todas las normas cívicas y legislaciones, pero si no amamos a nuestros hermanos ¿qué sentido tienen?
Por ejemplo: alguien podría cumplir a perfección el código de tránsito y usar adecuadamente las vías y señalizaciones (y eso sería excelente), pero ¿qué pensaríamos si esta persona que cumple ejemplarmente con esto no amara a su esposa y a sus hijos y los golpeara cada noche y odiara a todos sus vecinos? Eso sólo nos demostraría que su impecabilidad en cumplir con el código de tránsito no se debe al amor que tiene por los demás y por la verdad sino por otras causas.
Alguna vez escuché que una buena decisión motivada por las causas equivocadas puede convertirse en una mala decisión. Así mismo podemos comprender que el centro de la vida debe ser la Verdad y el Amor que encuentra su fuente en el mismo Dios.
A veces me avergüenzo de ser tan fariseo, de cumplir tantos preceptos y de no ser capaz de ser amable con los demás. A veces me da una terrible pena saber que como ciudadano puedo ser impecable, pero como persona dejo mucho que desear. A veces me avergüenzo de que a pesar de haber leído tantas veces este evangelio no haya podido comprender que sigo actuando como un fariseo.
Todo por la Inmaculada, nada sin Ella.
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