Evangelio según San Marcos 3,7-12.
Jesús se retiró con sus discípulos a la orilla del mar, y lo siguió mucha gente de Galilea.
Al enterarse de lo que hacía, también fue a su encuentro una gran multitud de Judea, de Jerusalén, de Idumea, de la Transjordania y de la región de Tiro y Sidón.
Entonces mandó a sus discípulos que le prepararan una barca, para que la muchedumbre no lo apretujara.
Porque, como curaba a muchos, todos los que padecían algún mal se arrojaban sobre él para tocarlo.
Y los espíritus impuros, apenas lo veían, se tiraban a sus pies, gritando: "¡Tú eres el Hijo Dios!".
Pero Jesús les ordenaba terminantemente que no lo pusieran de manifiesto.
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Es común relacionar las tentaciones de Jesús con el pasaje de Mateo en el desierto, cuando el Demonio se le presentó diciéndole que convirtiera las piedras en pan. Y por lo general vemos a Jesús como el que jamás volvió a ser tentado por el Demonio.
Pero ¿será cierto que sólo fue tentado en el desierto? a mí me gusta pensar en un Jesús igual a nosotros en todo menos en el pecado, por lo que también fue igual a nosotros en la lucha contra el mal y contra las tentaciones.
Y ¿por qué estoy hablando de esto? porque los espíritus impuros apenas veían a Jesús empezaban a gritar: "¡Tú eres el hijo de Dios!". Y esa era un total verdad, pero ¿por qué habrían de decirla los demonios? ¿será que le estaban haciendo un favor a Jesús o por el contrario estaban tratando de desviarlo de su misión?
Parece paradójico el hecho de que los espíritus impuros dijeran eso, pero no es la única vez que esto es narrado en el evangelio. Además, podríamos preguntarnos por qué Jesús los mandaba a callar si eran una excelente fuente de publicidad y además gratuita, ¿Antes eso no es lo que querría cualquiera de nosotros a la hora de evangelizar: publicidad?
Me imagino que Jesús estaba siendo tentado para desviarse de su misión. Tentación que lo llevara a presentarse como rey al estilo humano. Tentación a llenarse de orgullo y de soberbia y de hacer grandes prodigios a los ojos de todos para que se doblegaran ante él por su poder... y no por su amor. Creo que esta tentación fue constante en él porque todos, incluso los discípulos, le hablaban de un reino humano, de un imperio que podría ser creado por ellos, primero para liberarlos del yugo romano y luego para dominar a todas las naciones.
¿Acaso ese: "¡Tú eres el Hijo de Dios!" no es una prolongación de aquella tentación del desierto de «Todo esto te daré si postrándote me adoras.» (Mt 4, 9)?
Todo por la Inmaculada, nada sin Ella.
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