Un día, Jesús estaba orando en cierto lugar, y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: "Señor, enséñanos a orar, así como Juan enseñó a sus discípulos".
El les dijo entonces: "Cuando oren, digan: Padre, santificado sea tu Nombre, que venga tu Reino;
danos cada día nuestro pan cotidiano; perdona nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a aquellos que nos ofenden; y no nos dejes caer en la tentación".
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Cuando conocí al Señor hace 10 años me encontré con una monjita de clausura muy joven que me decía que le encantaba orar y estar en la capilla en adoración. Yo, en cambio, le decía que me dormía cada que iba y que me aburría bastante porque no sabía que hacer. Esta bella mujer me dijo algo que no se me olvidó nunca: "orar es tan delicioso que yo no quisiera hacer otra cosa que estar a los pies de Jesús día y noche".
¿Cómo debe ser la vida de un cristiano? A los pies del Señor, como lámpara de fuego, en adoración perpetua, ardiendo de amor. ¿Cómo se logra esto? no solo por medio de la visita al Sagrario, sino de manera privilegiada por medio de la vida de caridad. Dijo el Señor a la samaritana "llegará el día en que el verdadero adorador lo hará en espíritu y en verdad".
Todo por la Inmaculada, nada sin Ella.
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