Cuando estaba por cumplirse el tiempo de su elevación al cielo, Jesús se encaminó decididamente hacia Jerusalén y envió mensajeros delante de él. Ellos partieron y entraron en un pueblo de Samaría para prepararle alojamiento. Pero no lo recibieron porque se dirigía a Jerusalén.
Cuando sus discípulos Santiago y Juan vieron esto, le dijeron: "Señor, ¿quieres que mandemos caer fuego del cielo para consumirlos?". Pero él se dio vuelta y los reprendió. Y se fueron a otro pueblo.
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La tentación del discípulo siempre es creerse mejor que los que no lo son. Así pues, Judas, siendo discípulo, tuvo la terrible tentación de pensar que era mejor que los demás que no seguían al Señor. Con el tiempo, esa tentación creció y Judas pensó que era mejor que sus hermanos discípulos. Con el tiempo, esa tentación creció y Judas pensó que era mejor que su Maestro.
La tentación del discípulo siempre es creerse mejor que los demás, y si no lucha fuertemente contra ese engaño del maligno, terminará en las garras del enemigo y en la posición de Judas, porque TODO LO QUE LE PASE AL OTRO TAMBIÉN ME PUEDE TERMINAR PASANDO A MÍ.
Nadie es inmune a esta tentación. La vacuna aún no existe. Y al igual que las enfermedades se previenen para no tenerlas que curar después, así mismo la tentación de creerse más que los demás es mejor detenerla a tiempo antes que tener que curarla.
Porque ¿Qué era lo que hacía que los discípulos Juan y Santiago pensaran así sino que se creían mejores que los de aquella aldea?
Todo por la Inmaculada, nada sin Ella.
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