En ese momento se acercaron algunos fariseos que le dijeron: "Aléjate de aquí, porque Herodes quiere matarte".
El les respondió: "Vayan a decir a ese zorro: hoy y mañana expulso a los demonios y realizo curaciones, y al tercer día habré terminado.
Pero debo seguir mi camino hoy, mañana y pasado, porque no puede ser que un profeta muera fuera de Jerusalén.
¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise reunir a tus hijos, como la gallina reúne bajo sus alas a los pollitos, y tú no quisiste!
Por eso, a ustedes la casa les quedará vacía. Les aseguro que ya no me verán más, hasta que llegue el día en que digan: ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!".
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¿Cuántas veces Dios ha querido reunirnos bajo sus alas y no hemos querido? Estaba pensando en que nosotros somos como frutas duras que tienen que ser partidas para llegar al corazón. Somos como cocos que si no es con golpes no se puede llegar a su interior. Muchas veces es necesaria la fuerza para destruir esa coraza de soberbia que hay en nosotros y permitir que demos fruto. A veces hacen falta los golpes para comprender qué somos y qué debemos hacer.
Esto suena duro, suena mal, pero es verdad, y Dios lo sabe. Por eso no escatima esfuerzos en darnos de vez en cuando un golpe para quebrarnos y hacernos recapacitar.
Todos sabemos, por ejemplo, que los jóvenes llegan a una edad que es muy difícil y que no se sacian hasta recibir duros golpes de la vida. Esa edad yo la llamo la "edad del burro" porque uno se convierte en un burro terco y necio que no aprende sino por experiencia propia y por medio de golpes y desilusiones. Pero llega un momento en la vida en que uno va recapacitando y va dejando a un lado tanta soberbia. Sin embargo, en la vida espiritual somos iguales y nuestra etapa crítica de "burros" dura un poco más (a veces toda la vida), pero con el agravante de que pensamos que no lo somos. Y es ahí donde entra "el cascanueces divino" a partir corazas de soberbia y vanidad y a recatar las almas de la dureza de corazón y el engaño del orgullo y del pecado.
Todo por la Inmaculada, nada sin Ella.
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