El que viene de lo alto está por encima de todos. El que es de la tierra pertenece a la tierra y habla de la tierra. El que vino del cielo da testimonio de lo que ha visto y oído, pero nadie recibe su testimonio.
El que recibe su testimonio certifica que Dios es veraz.
El que Dios envió dice las palabras de Dios, porque Dios le da el Espíritu sin medida.
El Padre ama al Hijo y ha puesto todo en sus manos.
El que cree en el Hijo tiene Vida eterna. El que se niega a creer en el Hijo no verá la Vida, sino que la ira de Dios pesa sobre él".
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"Allí donde está tu tesoro está tu corazón" dice el Evangelio. ¿Dónde está nuestro tesoro? un tesoro es una cosa valiosa para el que lo posee. Alguien puede tener por tesoro un manojo de cartas o simplemente un grupo de fotos. Sin embargo, este tesoro personal puede no valer nada para los demás. El valor de las cosas es algo que depende del sujeto y por eso un tesoro puede ser cualquier cosa. Para alguien el oro puede no valer o significar nada pero alguna otra cosa puede valer mucho.
Lo mismo pasa con el Reino de Dios. El tesoro verdadero es el mismo Dios que está en el cielo. Dios es el bien más grande que se puede poseer. Nadie puede adquirirlo por sí mismo y sólo se puede acceder a Él si es él quien se da.
Dios es nuestro tesoro que nos busca a nosotros. Pero nosotros lo despreciamos y nos quedamos con "tesoritos" creados por nosotros mismos y que en verdad no poseen valor. Nosotros preferimos lo menos y despreciamos lo más. Dejamos a un lado la felicidad máxima y nos quedamos con las cosas más insignificantes.
San Francisco de Sales decía: "El placer de vivir sin pena bien vale la pena de vivir sin placer"
Por eso dice el Señor: "El que cree en el Hijo tiene Vida eterna. El que se niega a creer en el Hijo no verá la Vida, sino que la ira de Dios pesa sobre él".
Todo por la Inmaculada, nada sin Ella.
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