Cuando los enviados de Juan partieron, Jesús comenzó a hablar de él a la multitud, diciendo: "¿Qué salieron a ver en el desierto? ¿Una caña agitada por el viento?
¿Qué salieron a ver? ¿Un hombre vestido con refinamiento? Los que llevan suntuosas vestiduras y viven en la opulencia, están en los palacios de los reyes.
¿Qué salieron a ver entonces? ¿Un profeta? Les aseguro que sí, y más que un profeta.
El es aquel de quien está escrito: Yo envío a mi mensajero delante de ti para prepararte el camino.
Les aseguro que no hay ningún hombre más grande que Juan, y sin embargo, el más pequeño en el Reino de Dios es más grande que él.
Todo el pueblo que lo escuchaba, incluso los publicanos, reconocieron la justicia de Dios, recibiendo el bautismo de Juan.
Pero los fariseos y los doctores de la Ley, al no hacerse bautizar por él, frustraron el designio de Dios para con ellos.
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¿Quién es el profeta? ¿el que viste de cierta manera? no, sino el que habla de Dios. Juan habló de Dios, no solo con sus palabra sino con su vida. Esto no quiere decir que hay que vivir como Juan, en el desierto y con vestiduras de camello para hablar de Dios, sino que hay que vivir a Dios para hablar de Él. Como dice la canción, "a Cristo hay que vivirlo".
¿Quién habla de Cristo? el que lo ha vivido, los demás no hablan de Él, sino que repiten lo que dijeron los que sí hablaron.
¿Quién habla de Cristo? ¿el que repite lo que lee en los libros? No, sino el que en los libros encuentra un reflejo de lo que vive.
¿Quién habla de Cristo? el que lo ama y lo conoce. El que se atreve a tener un encuentro con Él. El que lo escucha y lo imita... por eso Juan era un profeta, porque VIVÍA a Cristo.
¿Y qué diremos de María? que también lo vivió, puesto que lo amó, lo escuchó, lo imitó, lo llevó en su seno, no solo como Madre, sino como Esposa e Hija. La Inmaculada es el mejor camino para llegar a Cristo, porque Cristo la escogió como molde perfecto.
Todo por la Inmaculada, nada sin Ella.
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