El discípulo no es más que el maestro ni el servidor más que su dueño.
Al discípulo le basta ser como su maestro y al servidor como su dueño. Si al dueño de casa lo llamaron Belzebul, ¡cuánto más a los de su casa!
No les teman. No hay nada oculto que no deba ser revelado, y nada secreto que no deba ser conocido.
Lo que yo les digo en la oscuridad, repítanlo en pleno día; y lo que escuchen al oído, proclámenlo desde lo alto de las casas.
No teman a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. Teman más bien a aquel que puede arrojar el alma y el cuerpo a la Gehena.
¿Acaso no se vende un par de pájaros por unas monedas? Sin embargo, ni uno solo de ellos cae en tierra, sin el consentimiento del Padre que está en el cielo. Ustedes tienen contados todos sus cabellos. No teman entonces, porque valen más que muchos pájaros.
Al que me reconozca abiertamente ante los hombres, yo lo reconoceré ante mi Padre que está en el cielo.
Pero yo renegaré ante mi Padre que está en el cielo de aquel que reniegue de mí ante los hombres.
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El Reino de los cielos es de los valientes. Para encontrar a Dios hay que tener un corazón sincero y limpio. No se puede llegar a Dios sin desearlo y amarlo. No se puede llegar a Dios si no hay un verdadero anhelo de llegar a Él.
El camino hacia Dios no es como cuando tomamos un autobus y nos vamos hacia algún lugar. Dios no se deja encontrar de esa manera. Dios es esquivo a los corazones arrogantes. Dios se deja encontrar por los humildes y sencillos; por los limpios y puros. Dios se deja ver por los ciegos y se deja tocar por los mutilados. Dios habla a los sordos y carga a los lisiados. Pero el arrogante, prepotente y soberbio no encontrará fácilmente a Dios.
El Reino de Dios es para los valientes.
Todo por la Inmaculada, nada sin Ella.
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