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Entonces la madre de los hijos de Zebedeo se acercó a Jesús, junto con sus hijos, y se postró ante él para pedirle algo.
"¿Qué quieres?", le preguntó Jesús. Ella le dijo: "Manda que mis dos hijos se sienten en tu Reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda".
"No saben lo que piden", respondió Jesús. "¿Pueden beber el cáliz que yo beberé?". "Podemos", le respondieron.
"Está bien, les dijo Jesús, ustedes beberán mi cáliz. En cuanto a sentarse a mi derecha o a mi izquierda, no me toca a mí concederlo, sino que esos puestos son para quienes se los ha destinado mi Padre".
Al oír esto, los otros diez se indignaron contra los dos hermanos.
Pero Jesús los llamó y les dijo: "Ustedes saben que los jefes de las naciones dominan sobre ellas y los poderosos les hacen sentir su autoridad.
Entre ustedes no debe suceder así. Al contrario, el que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes;
y el que quiera ser el primero que se haga su esclavo:
como el Hijo del hombre, que no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud".
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El Reino de los cielos no es para las "grandes" según el mundo sino para las pequeños. Los "grandes" están llenos de sí mismo en el mejor de los casos, pero casi siempre están llenos de aire, porque no son más que hinchazón.
Por el contrario, los pequeños según Dios son los que se vacían de sí mismos y dejan a Dios llegar a su corazón. Son los sedientos de Dios, los bienaventurados, los de corazón puro y sincero, los humildes, en definitiva, los que se dejan amar por el Buen Dios.
El "grande" según el mundo es el que piensa que el amor de Dios es demasiado poco para sí mismo y que el amor propio es su salvación. El pequeño es aquel que sabe que su amor es demasiado pobre y necesita el amor de Dios como fuente y motor de toda su vida.
El pequeño es igual que María, que ante los ojos de Dios ha sido el edén humano, paraíso terreno en el que nació el mismo Dios y se hizo hombre. Templo en el que Jesús se hizo sacerdote y cuna de la redención.
Qué bueno sería aprender un poquito de esta bondadosa madre que por su pequeñez pudo llevar en su seno al que no pueden contener los cielos.
Todo por la Inmaculada, nada sin Ella.
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