01 febrero, 2011

Martes, 01 de febrero de 2011. Mc 5, 21-43

¿Qué quería Jesús al detenerse en el camino hacia la casa de Jairo? ¿Con que fin preguntó quien le había tocado? El Señor sabia que de Él había salido una fuerza, que una personita le había tocado con fe, sabía que alguien había alcanzado un bien de su amor. Sin embargo, Jesús quería un encuentro personal, quería que esta mujer sanada profesara la fe y aunque inicialmente tenía temor, la mirada del Señor le dio confianza para proclamar lo que Él había hecho en su vida, por esto no sólo recibe la sanación sino que Dios mismo le dice: «Hija, tu fe te ha curado. Vete en paz y con salud.»

Seguramente igual pasa con la Virgen María, no solo toca su manto sino que Ella se lo hizo, Ella le tuvo en sus entrañas, le acunó en sus brazos, le abraza y besa todavía en el cielo, y nos comparte su dicha, recibe a Cristo en nosotros cada vez que comulgamos, nos alcanza innumerables favores de su corazón, y nos propicia un encuentro personal con Él.

Madre querida ayúdame a ser verdadero testimonio de lo que el Señor ha hecho conmigo, que tu amor venza el temor que me impida hablarle a mi Dios y a mis hermanos.

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