“Vieron que algunos discípulos comían con manos impuras, es decir, sin lavarse las manos.”
El evangelista Marcos nos quiere hace la aclaración de que la percepción que tenían los fariseos y algunos escribas sobre la impureza, era lo exterior, es decir, el hecho de que estaban los discípulos sin lavarse las manos, por lo que la “impureza” en las manos no era por sus obras, no era porque habían hecho algo malo, sino porque no se habían lavado las manos.
Nuestro Señor, conoce los corazones, quiere que prioricemos y ordenemos nuestras acciones a la caridad, quiere que cada tradición la ordenemos al amor, y en consecuencia, nuestros juicios serán mucho más objetivos, pues no podremos juzgar la actitud de alguien solo por nuestra percepción, sino que debemos ir más allá y mirar la intención del corazón, que es en realidad lo que hace Dios.
“Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí” ¿Acaso no hay que honrar a Dios también con los labios? No, el Señor no quiere que le dejemos de orar, de albar y expresar exteriormente nuestra piedad, sino que lo que quiere es que haya coherencia, que nuestra vida exterior sea consecuencia de nuestra vida interior.
San José, maestro de la oración, de la modestia, de la vida interior, enséñame a tener una verdadera intimidad con mi Dios y con la Inmaculada, para que en la acción, sea el amor el que me mueva, que mis actos no sean consecuencia de un proceso intelectual, de un falso razonamiento, de un impulso humano o de un sentimiento, sino que me mueva el Amor, la decisión de amar al Señor y a mi prójimo. Amén.
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