El ciego de Betsaida cuando empezó a ver le contó a Jesús que fue lo percibido, no se aceleró a decir que veía bien, le habló con sinceridad, pues si hubiera dicho que ya veía bien quizás no habría recibido la sanación completa.
La Virgen María nos lleva de la mano en el camino espiritual y nos pide que le hablemos al Señor con total sinceridad, que nos despojemos de las máscaras, que no aparentemos ante Él y tampoco ante los hombres, porque en la medida que reconozcamos nuestra debilidad, que identifiquemos nuestra pequeñez y visión distorsionada de muchas cosas, podremos juzgar menos, podremos mirar con mayor misericordia y sobre todo, nos refugiaremos en los corazones de Jesús y María.
Virgen María, vuelve a nos otros esos tus ojos misericordiosos y danos tus ojos, Madre, para poder mirar, pues si miramos con tus ojos jamás podremos pecar.
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