Evangelio según San Juan 17,20-26.
No ruego solamente por ellos, sino también por los que, gracias a su palabra, creerán en mí.
Que todos sean uno: como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste.
Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno, como nosotros somos uno
-yo en ellos y tú en mí- para que sean perfectamente uno y el mundo conozca que tú me has enviado, y que yo los amé cómo tú me amaste.
Padre, quiero que los que tú me diste estén conmigo donde yo esté, para que contemplen la gloria que me has dado, porque ya me amabas antes de la creación del mundo.
Padre justo, el mundo no te ha conocido, pero yo te conocí, y ellos reconocieron que tú me enviaste.
Les di a conocer tu Nombre, y se lo seguiré dando a conocer, para que el amor con que tú me amaste esté en ellos, y yo también esté en ellos".
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Cuando todos sean perfectamente uno el mundo conocerá que el Padre envió a Jesús y que Él nos amó como el Padre lo amó a Él. Pero ¿cómo se llega a la unidad perfecta? ¿cómo se puede ser perfectamente uno?
Para que haya unidad se debe cumplir la máxima de San Agustín: En lo esencial unidad; en lo dudoso, libertad; y en todo caridad. ¿Y qué es lo esencial, qué es lo dudoso?
Lo esencial en la Iglesia está determinado por el Magisterio de la Iglesia en lo referente a la fe y las costumbres, entonces, para que todos seamos unos todos debemos estar unidos a la misma cabeza, es decir, Cristo, por medio de su Vicario en la tierra, el Papa. Si nos unimos todos al Papa y al Magisterio encabezado por Él, vamos a tener todos unidad perfecta en lo esencial. ¿Pero esto se cumple?
Lo dudoso es aquello de lo que se puede disentir y no atenta contra lo esencial de la fe. ¿Pero cuál es la verdad?
Que lo esencial se volvió dudoso y lo dudoso se volvió esencial. Entonces, los dogmas y las enseñanzas doctrinales son rebatibles por muchos, y las posturas teológicas pertenecientes al campo de la duda se enseñan como verdades esenciales... y al fin de cuentas no se practica la caridad.
¿Así quién va a querer ser Cristiano?
Por medio de la Inmaculada entendemos de una manera especial la obediencia al Sumo Pontífice, a las enseñanzas del Magisterio, el amor a la Eucaristía, a la oración y a la mortificación, la libertad en lo dudoso y ante todo la vivencia de la caridad. Entonces, ¿queremos ser todos una unidad perfecta? acudamos a la Inmaculada para que nos una en su Corazón.
Todo por la Inmaculada, nada sin Ella.
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