16 mayo, 2014

Viento en contra

Evangelio según San Juan 14,1-6.

Jesús dijo a sus discípulos:
"No se inquieten. Crean en Dios y crean también en mí.
En la Casa de mi Padre hay muchas habitaciones; si no fuera así, se lo habría dicho a ustedes. Yo voy a prepararles un lugar.
Y cuando haya ido y les haya preparado un lugar, volveré otra vez para llevarlos conmigo, a fin de que donde yo esté, estén también ustedes.
Ya conocen el camino del lugar adonde voy".
Tomás le dijo: "Señor, no sabemos adónde vas. ¿Cómo vamos a conocer el camino?".
Jesús le respondió: "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre, sino por mí."
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Creer en Dios no es nada fácil. Fácil es decir que Dios existe. Fácil es pensar que Dios está con nosotros. Fácil es rezar de cuando en cuando a Dios. Pero de todo eso a confiar en Él hay mucho trecho.
Alguno, que esté leyendo este post, podrá pensar que soy un exagerado o un fatalista, pero la verdad es que en los buenos momentos es fácil decir que confiamos. Cuando el sol brilla sobre el horizonte de nuestra vida todo parece ser más fácil. La fe es más fácil, la confianza es más fácil, la atención es más fácil. Pero cuando llegan las penumbras todo se torna de un color diferente. Cuando llega el dolor, la muerte, el sufrimiento o la enfermedad, la fe, la confianza y la atención se complican un poco.
Es fácil tener fe en los momentos de abundancia. Pero la cosa se complica en los momentos de escasez. Y aunque se conserve la fe en los momentos más difíciles, la confianza es la que se torna más complicada.
Confiar no es creer que Dios hará lo que nosotros queremos que haga, sino en que Dios está haciendo lo que tiene que hacer. Y hay una gran diferencia entre las dos maneras de entenderla. Porque en la primera siempre está la esperanza de que el viento va a soplar en nuestro favor, en cambio en la segunda se entiende que Dios sabe por qué el viento sopla en otra dirección.
Todo por la Inmaculada, nada sin Ella.

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