28 marzo, 2013

Dos cosas...

Evangelio: Juan 13,1-15
Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo. Estaban cenando, ya el diablo le había metido en la cabeza a Judas Iscariote, el de Simón, que lo entregara, y Jesús, sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía, se levanta de la cena, se quita el manto y, tomando una toalla, se la ciñe; luego echa agua en la jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos, secándoselos con la toalla que se había ceñido. Llegó a Simón Pedro, y éste le dijo: "Señor, ¿lavarme los pies tú a mí?" Jesús le replicó: "Lo que yo hago tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde." Pedro le dijo: "No me lavarás los pies jamás." Jesús le contestó: "Si no te lavo, no tienes nada que ver conmigo." Simón Pedro le dijo: "Señor, no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza." Jesús le dijo: "Uno que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está limpio. También vosotros estáis limpios, aunque no todos." Porque sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo: "No todos estáis limpios."
Cuando acabó de lavarles los pies, tomó el manto, se lo puso otra vez y les dijo: "¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis "el Maestro" y "el Señor", y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros; os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis."
Hay dos cosas que me impactan de este evangelio, la primera es que Pedro por obvias razones no quiere que Jesús le lavara lo pies pues se siente indigno, sin embargo cuando el Señor responde "no tienes nada que ver conmigo" me imagino que Pedro pensó en sus adentros "no, yo quiero tener todo que ver con Cristo desde la punta de cada cabello, hasta la punta de las uñas de los pies" y por eso creo le dijo "no solo los pies sino también las manos y la cabeza" porque quería involucrarse completamente con el Señor, y tanto lo hizo que murió pronto y de una manera muy similar, por eso supongo que dependiendo de cuanto nos involucremos con el Señor así mismo sera el momento de nuestra muerte muy similar. y la segunda cosa que me gusta mucho es "estáis limpios, aunque no todos" por mucho que queramos esconder nuestro rostro lleno de terror por el pecado no hay nada que quede oculto ante los ojos de nuestro Señor, y aunque conoce lo perverso que es nuestro corazón y las muchas malas intensiones que tiene o ha tenido, sigue en la búsqueda de nuestra salvación, y nos ama con un amor infinito, lleno de misericordia, porque aunque Judas no estaba limpio la misericordia de Jesús jamas fue menor por el que por los demás y así por todos y cada uno de nosotros.
Todo por la inmaculada, nada sin ella. 


27 marzo, 2013

El profundo amor de nuestro Señor

Evangelio: Mateo 26, 14-25

En aquel tiempo, uno de los doce, llamado Judas Iscariote, fue a los sumos sacerdotes y les propuso: ¿Qué estáis dispuestos a darme si os lo entrego? Ellos se ajustaron con él en treinta monedas. Y desde entonces andaba buscando ocasión propicia para entregarlo.
El primer día de los ázimos se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron: ¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua? El contesto: Id a casa de Fulano y decidle: "El Maestro dice: mi momento está cerca; deseo celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos".
Los discípulos cumplieron las instrucciones de Jesús y prepararon la Pascua. Al atardecer se puso a la mesa con los doce. Mientras comían, dijo: Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar. Ellos consternados se pusieron a preguntarle uno tras otro: ¿Soy yo acaso, Señor? El respondió: El que ha mojado en la misma fuente que yo, ése me va a entregar. El Hijo el Hombre se va como está escrito de él; pero ¡ay del que va a entregar al Hijo del Hombre!, más le valdría no haber nacido. Entonces preguntó Judas, el que lo iba a entregar: ¡Soy yo acaso, Maestro? El respondió: Así es.
Trato de profundizar en el corazón de Cristo para ver mas allá de lo que logra ver mi pobre humanidad
,   imagino que en ese momento el corazón sacratisimo, quiso recibir del cielo algún consuelo, por lo menos su parte humana, e imagino también que no teniendo otro corazón mas humilde y amoroso que el de su santísima Madre, busco la oportunidad de unirse a María en ese instante para recibir de su mirada amorosa la fuerza para hacer la voluntad de su Padre, para montarse en un madero por amor a cada ser humano tan inmensamente amado por Dios.Judas toma la decisión de vender a Cristo, y con hipocresía sin saber todavía lo que hacia tiene la osadía de preguntarle ¿maestro seré yo? seré yo quien te entregue? seré yo quien te de la espalda? seré yo quien te eche al olvido? demas que al ver esto el Señor se moría de dolor por dentro por que uno muy amado de su corazón lo iba a dejar solo, se iba a apartar de e, y. aun así no dijo nada, imagino que su mirada penetrante si dijo mucho, no solo a Judas el que lo aba a vender, sino a cada uno de los apóstoles  que solo guardaban silencio por fuera, cuando por dentro se cuestionaban y pensaban, tal ves  muchos ignorando que el temor los iba a obligar a no acompañar a Jesús en su mayor prueba de amor. Cuando, donde, como, decides hacer esto por mi?
Todo por la inmaculada, nada sin ella.

26 marzo, 2013

Amor-Dolor

Evangelio: Juan 13, 21-33. 36-38


En aquel tiempo, Jesús, profundamente conmovido, dijo: Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar.
Los discípulos se miraron unos a otros perplejos, por no saber de quién lo decía. Uno de ellos, al que Jesús tanto amaba, estaba a la mesa a su derecho. Simón Pedro le hizo señas para que averiguase por quién lo decía. Entonces el, apoyándose en el pecho de Jesús, le pregunto Señor: ¿quién es?
Le contestó Jesús: Aquél a quien yo le dé este trozo de pan untado. Y untando el pan se lo dio a Judas, hijo de Simón el Iscariote. Detrás del pan, entró en él Satanás. Entonces Jesús le dijo: Lo que tienes que hacer hazlo en seguida.
Ninguno de los comensales entendió a qué se refería. Como Judas guardaba la bolsa, algunos suponían que Jesús le encargaba comprar lo necesario para la fiesta o dar algo a los pobres.
Judas, después de tomar el pan, salió inmediatamente. Era de noche. Cuando salió dijo Jesús: Ahora es glorificado el Hijo del Hombre y Dios es glorificado en él (Si Dios es glorificado en el, también Dios lo glorificará en sí mismo: pronto lo glorificará).
Simón Pedro le dijo: Señor, ¿a dónde vas? Jesús le respondió: Adonde yo voy no me puedes acompañar ahora, me acompañarás más tarde. Pedro replicó: Señor, ¿por qué no puedo acompañarte ahora? Daré mi vida por ti. Jesús le contesto: ¿Con que darás tu vida por mí? Te aseguro que no cantará el gallo antes que me hayas negado tres veces.
Jesús se conmueve, viendo a sus consagrados dándolo todo en la batalla aunque no siempre salen victoriosos, y aunque parece inútil pelear por que se esta arrastrado, golpeado y  falto de armadura, la compasión de Cristo llega hasta nuestro lugar de batalla, para dejarnos reposar la cabeza en su pecho y así poder descansar y despojarnos de todo lo que nos ha dejado esta batalla. Cuando mas lloramos y sufrimos, es cuando mucho mas somos consolados por el corazón de Cristo, allí somos mas hombres, mas hijos, mas madres, mas hermanos, mas amigos, mas Cristos, uniéndonos al corazón de nuestro queridisimo Jesús.
Ahora que nos encontramos en las vísperas de la muerte de nuestro Señor, medito que aunque su dolor es grande, este no le impide dejarnos recostar en su pecho traspasado, y no le impide abrazarnos con sus brazos flagelados, por que aunque este dolor es grande el amor que siente por cada uno de nosotros es una mas grande e inigualable. esto me deja la esperanza que en lo profundo de mi corazón hay una herida causada por ese abrazo en los momentos de prueba.
Todo por la inmaculada, nada sin ella.

22 marzo, 2013

Amor hasta la cruz

Evangelio según San Juan 10,31-42.
Los judíos tomaron piedras para apedrearlo.
Entonces Jesús dijo: "Les hice ver muchas obras buenas que vienen del Padre; ¿Por cuál de ellas me quieren apedrear?".
Los judíos le respondieron: "No queremos apedrearte por ninguna obra buena, sino porque blasfemas, ya que, siendo hombre, te haces Dios".
Jesús les respondió: "¿No está escrito en la Ley: Yo dije: Ustedes son dioses?
Si la Ley llama dioses a los que Dios dirigió su Palabra -y la Escritura no puede ser anulada- ¿Cómo dicen: 'Tú blasfemas', a quien el Padre santificó y envió al mundo, porque dijo: "Yo soy Hijo de Dios"?
Si no hago las obras de mi Padre, no me crean; pero si las hago, crean en las obras, aunque no me crean a mí. Así reconocerán y sabrán que el Padre está en mí y yo en el Padre".
Ellos intentaron nuevamente detenerlo, pero él se les escapó de las manos.
Jesús volvió a ir al otro lado del Jordán, al lugar donde Juan había bautizado, y se quedó allí.
Muchos fueron a verlo, y la gente decía: "Juan no ha hecho ningún signo, pero todo lo que dijo de este hombre era verdad". Y en ese lugar muchos creyeron en él.
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La fe se manifiesta por las obras y sin las obras la fe es una fe muerta. Jesús demostró su divinidad haciendo las obras del Padre, pero estas obras no fueron asimiladas por los judíos. Pedían más señales, querían ver cosas portentosas; pero ver a un Jesús que practicaba perfectamente la ley y le daba su auténtico sentido, ver a un Jesús que resucitaba muertos, curaba enfermos, sanaba las dolencias, expulsaba demonios no era señal suficiente.
Siempre se ha dicho que no hay peor ciego que el que no quiere ver, y este es el caso de los judíos que no querían ver la verdad sobre Jesús. Jesús es Dios no porque lo haya dicho, sino porque se comportó como Dios y amó como Dios. Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos, y ese es Jesús. Nadie ama hasta el extremo de entregar absolutamente todo por todos y no sólo por los más cercanos. Nadie ama como Dios y ese amor es inigualable en la Persona de Jesús.
¿Por qué seremos tan duros de corazón?
Todo por la Inmaculada, nada sin Ella.

21 marzo, 2013

La verdad vs la razón

Evangelio según San Juan 8,51-59.
Les aseguro que el que es fiel a mi palabra, no morirá jamás".
Los judíos le dijeron: "Ahora sí estamos seguros de que estás endemoniado. Abraham murió, los profetas también, y tú dices: 'El que es fiel a mi palabra, no morirá jamás'.
¿Acaso eres más grande que nuestro padre Abraham, el cual murió? Los profetas también murieron. ¿Quién pretendes ser tú?".
Jesús respondió: "Si yo me glorificara a mí mismo, mi gloria no valdría nada. Es mi Padre el que me glorifica, el mismo al que ustedes llaman 'nuestro Dios', y al que, sin embargo, no conocen. Yo lo conozco y si dijera: 'No lo conozco', sería, como ustedes, un mentiroso. Pero yo lo conozco y soy fiel a su palabra.
Abraham, el padre de ustedes, se estremeció de gozo, esperando ver mi Día: lo vio y se llenó de alegría".
Los judíos le dijeron: "Todavía no tienes cincuenta años ¿y has visto a Abraham?".
Jesús respondió: "Les aseguro que desde antes que naciera Abraham, Yo Soy".
Entonces tomaron piedras para apedrearlo, pero Jesús se escondió y salió del Templo.
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La verdad no la tiene el que tiene autoridad o poder sino el que tiene la verdad. Esto suena raro, pero es verdad (y no es un juego de palabras). Nosotros solemos dar la razón al que tiene el poder para tenerla y no al que verdaderamente la tiene. Me explico: un mandatario tiene "la razón" por ser mandatario y no por tener la razón. Una mayoría tiene "la razón" por ser mayoría y no por tener la razón. Un científico de renombre tiene "la razón" por gozar de un gran respeto mas no por tener la razón.
Todo el tiempo nos estamos enfrentando a las "razones" del mundo versus la verdad. Entre la razón y la verdad hay un gran abismo, porque la primera parece ser fruto del consenso y de la conveniencia y la segunda es cuestionada en su existencia.
¿A qué voy con todo esto? a que Dios, fuente de la Verdad, se encarnó en la Persona del Hijo Jesucristo, y vino a traer el mensaje de Paz y el anuncio del Reino de los Cielos, pero no fue escuchado y fue cuestionado. La Verdad que nos trajo Jesús no fue aceptada porque no atendía a los intereses particulares de los que tenían el poder y el dominio sobre los demás. Es por eso que son dichosos los pobres y los sencillos porque de ellos es el Reino de los cielos.
Todo por la Inmaculada, nada sin Ella.

20 marzo, 2013

De la esclavitud de los esclavos a la esclavitud de la vida moderna

Evangelio según San Juan 8,31-42.
Jesús dijo a aquellos judíos que habían creído en él: "Si ustedes permanecen fieles a mi palabra, serán verdaderamente mis discípulos: conocerán la verdad y la verdad los hará libres".
Ellos le respondieron: "Somos descendientes de Abraham y jamás hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo puedes decir entonces: 'Ustedes serán libres'?".
Jesús les respondió: "Les aseguro que todo el que peca es esclavo del pecado. El esclavo no permanece para siempre en la casa; el hijo, en cambio, permanece para siempre. Por eso, si el Hijo los libera, ustedes serán realmente libres. Yo sé que ustedes son descendientes de Abraham, pero tratan de matarme porque mi palabra no penetra en ustedes.
Yo digo lo que he visto junto a mi Padre, y ustedes hacen lo que han aprendido de su padre".
Ellos le replicaron: "Nuestro padre es Abraham". Y Jesús les dijo: "Si ustedes fueran hijos de Abraham obrarían como él. Pero ahora quieren matarme a mí, al hombre que les dice la verdad que ha oído de Dios. Abraham no hizo eso. Pero ustedes obran como su padre". Ellos le dijeron: "Nosotros no hemos nacido de la prostitución; tenemos un solo Padre, que es Dios". Jesús prosiguió:
"Si Dios fuera su Padre, ustedes me amarían, porque yo he salido de Dios y vengo de él. No he venido por mí mismo, sino que él me envió.
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Este evangelio es muy interesante porque presenta a Jesús hablándole muy duro a los fariseos que habían creído en él. Y si así le habla a los que creían, ¿cómo sería con los que no creían?
Dijo Jesús a los fariseos: "La verdad os hará libres"
Respondieron los fariseos: "¿Cómo vamos a ser libres si no somos esclavos de nadie?"
Exactamente lo mismo está preguntando nuestro mundo: ¿Cómo vamos a ser libres si no somos esclavos de nada ni de nadie? somos una sociedad "libre" que no tiene reglas ni preceptos qué seguir, entonces ¿para qué creer en Dios?". 
No hay nada más falso que esto. Estamos ante una sociedad que cada vez se gloría más de haber abolido la esclavitud formal sin darse cuenta de que ha caído en la esclavitud informal y oculta mucho más agresiva.
- Ya no hay personas vendidas y compradas como esclavos o animales de trabajo, pero sí existe una concepción del sexo cosificante del otro que lleva a considerar al otro como un objeto.
- Ya no hay barcos cargados con esclavos africanos que viajan del antiguo mundo al nuevo, pero sí hay miles de inmigrantes que asolan los países primermundistas porque en su tierra no hay más oportunidades.
- Ya no hay cadenas atadas a los esclavos que pertenecen a sus dueños, pero sí hay cada vez más cadenas que atan a los adictos a las drogas, a los jóvenes al sexo desordenado, a las familias a un televisor o un dispositivo electrónico, a 1000 millones de personas al facebook y a la humanidad entera al pecado.
¿Será que no necesitamos ser liberados?
Todo por la Inmaculada, nada sin Ella.

19 marzo, 2013

María en tu casa

Escultura de la Virgen María en Nueva York tras el paso del huracán Sandy.
Evangelio según San Mateo 1,16.18-21.24a.
Jacob fue padre de José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, que es llamado Cristo.
Este fue el origen de Jesucristo: María, su madre, estaba comprometida con José y, cuando todavía no habían vivido juntos, concibió un hijo por obra del Espíritu Santo.
José, su esposo, que era un hombre justo y no quería denunciarla públicamente, resolvió abandonarla en secreto.
Mientras pensaba en esto, el Angel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: "José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella proviene del Espíritu Santo.
Ella dará a luz un hijo, a quien pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su Pueblo de todos sus pecados".
Al despertar, José hizo lo que el Ángel del Señor le había ordenado: llevó a María a su casa.
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"No tengas miedo de llevar a María contigo", le dijo el ángel a José. A veces tenemos miedo de acudir a María y llevarla a nuestra casa porque pensamos que es simplemente una criatura humana y que, como dicen los protestantes citando al Éxodo: Dios es un Dios celoso. Pero ¿se nos olvida que quien recibe a María recibe al fruto que lleva en su vientre? "No temas recibir a Maria... porque lo que ha sido enfendrado en ella proviene del Espíritu Santo".
¿Quieres recibir el Espíritu Santo? recibe a María
¿Quieres al mismo Dios? no tengas miedo de acudir a María para encontrar a su Fruto Bendito
¿Quieres obedecer a Dios? despierta de tu letargo y escucha la voz del ángel: lleva a María a tu vida
Todo por la Inmaculada, nada sin Ella.

15 marzo, 2013

La soberbia es la anorexia del alma

Evangelio según San Juan 7,1-2.10.25-30.
Después de esto, Jesús recorría la Galilea; no quería transitar por Judea porque los judíos intentaban matarlo. Se acercaba la fiesta judía de las Chozas, Sin embargo, cuando sus hermanos subieron para la fiesta, también él subió, pero en secreto, sin hacerse ver. Algunos de Jerusalén decían: "¿No es este aquel a quien querían matar? ¡Y miren cómo habla abiertamente y nadie le dice nada! ¿Habrán reconocido las autoridades que es verdaderamente el Mesías? Pero nosotros sabemos de dónde es este; en cambio, cuando venga el Mesías, nadie sabrá de dónde es".
Entonces Jesús, que enseñaba en el Templo, exclamó: "¿Así que ustedes me conocen y saben de dónde soy? Sin embargo, yo no vine por mi propia cuenta; pero el que me envió dice la verdad, y ustedes no lo conocen. Yo sí lo conozco, porque vengo de él y es él el que me envió".
Entonces quisieron detenerlo, pero nadie puso las manos sobre él, porque todavía no había llegado su hora.
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Nuevamente cito la frase popular: "no hay peor ciego que el que no quiere ver". Para el que no desea ver a Dios no habrá razones o signos suficientes para creer, porque todos los argumentos del mundo no pueden contra una voluntad obstinada por la soberbia. La soberbia es como la anorexia espiritual. No hay poder humano que convenza a una anoréxica de que está flaca, porque ella se ve gorda y para ella esa es la principal evidencia. Así mismo, la anorexia del alma es la que la hincha por encima de todo y de todos y no le permite ver a Dios ni a sus obras. ¿Cuál es la solución?
Todo por la Inmaculada, nada sin Ella.

14 marzo, 2013

Las obras de Jesús

Evangelio según San Juan 5,31-47.
Si yo diera testimonio de mí mismo, mi testimonio no valdría.
Pero hay otro que da testimonio de mí, y yo sé que ese testimonio es verdadero.
Ustedes mismos mandaron preguntar a Juan, y él ha dado testimonio de la verdad.
No es que yo dependa del testimonio de un hombre; si digo esto es para la salvación de ustedes.
Juan era la lámpara que arde y resplandece, y ustedes han querido gozar un instante de su luz.
Pero el testimonio que yo tengo es mayor que el de Juan: son las obras que el Padre me encargó llevar a cabo. Estas obras que yo realizo atestiguan que mi Padre me ha enviado.
Y el Padre que me envió ha dado testimonio de mí. Ustedes nunca han escuchado su voz ni han visto su rostro, y su palabra no permanece en ustedes, porque no creen al que él envió.
Ustedes examinan las Escrituras, porque en ellas piensan encontrar Vida eterna: ellas dan testimonio de mí,
y sin embargo, ustedes no quieren venir a mí para tener Vida. Mi gloria no viene de los hombres.
Además, yo los conozco: el amor de Dios no está en ustedes. He venido en nombre de mi Padre y ustedes no me reciben, pero si otro viene en su propio nombre, a ese sí lo van a recibir. ¿Cómo es posible que crean, ustedes que se glorifican unos a otros y no se preocupan por la gloria que sólo viene de Dios?
No piensen que soy yo el que los acusaré ante el Padre; el que los acusará será Moisés, en el que ustedes han puesto su esperanza. Si creyeran en Moisés, también creerían en mí, porque él ha escrito acerca de mí.
Pero si no creen lo que él ha escrito, ¿cómo creerán lo que yo les digo?".
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Siempre se ha dicho que no hay peor ciego que el que no quiere ver. Jesús es Dios, no porque unos cuantos los digan, sino porque se comporta como Dios, hace las obras de Dios, ama como Dios, enseña como Dios, cura y sana como Dios, y, en definitiva, sus obras lo atestiguan. Todo eso sin contar que ya fue anunciado desde antiguo por boca de los santos profetas.
Jesús vino por voluntad del Padre y en el Espíritu Santo anuncia la misericordia y el perdón a todos los hombres. Pero, los que más deberían escucharlo, es decir, los "hombres de Dios" (escribas, fariseos, sacerdotes, etc.) no lo quisieron escuchar porque no vino a felicitarlos a ellos sino a cuestionarles su vida y su forma de pensar y de actuar. Por el contrario, Jesús vino por el pobre, por el despreciado, por el mendigo, enfermo y miserable. Jesús vino con sus obras a demostrar que el tiempo de la misericordia había llegado y es gratuito para todo aquel que se quiera acoger a ella, pero ¿cómo va a recibir misericordia quien piensa que no la necesita y se aleja de ella porque se considera a sí mismo demasiado bueno?
Todo por la Inmaculada, nada sin Ella.

12 marzo, 2013

Los problemas de ser curado

Evangelio según San Juan 5,1-16.
Después de esto, se celebraba una fiesta de los judíos y Jesús subió a Jerusalén.
Junto a la puerta de las Ovejas, en Jerusalén, hay una piscina llamada en hebreo Betsata, que tiene cinco pórticos. Bajo estos pórticos yacía una multitud de enfermos, ciegos, paralíticos y lisiados, que esperaban la agitación del agua.
Había allí un hombre que estaba enfermo desde hacía treinta y ocho años. Al verlo tendido, y sabiendo que hacía tanto tiempo que estaba así, Jesús le preguntó: "¿Quieres curarte?". El respondió: "Señor, no tengo a nadie que me sumerja en la piscina cuando el agua comienza a agitarse; mientras yo voy, otro desciende antes". Jesús le dijo: "Levántate, toma tu camilla y camina".
En seguida el hombre se curó, tomó su camilla y empezó a caminar. Era un sábado, y los judíos dijeron entonces al que acababa de ser curado: "Es sábado. No te está permitido llevar tu camilla".
El les respondió: "El que me curó me dijo: 'Toma tu camilla y camina'". Ellos le preguntaron: "¿Quién es ese hombre que te dijo: 'Toma tu camilla y camina?'". Pero el enfermo lo ignoraba, porque Jesús había desaparecido entre la multitud que estaba allí.
Después, Jesús lo encontró en el Templo y le dijo: "Has sido curado; no vuelvas a pecar, de lo contrario te ocurrirán peores cosas todavía". El hombre fue a decir a los judíos que era Jesús el que lo había curado.
Ellos atacaban a Jesús, porque hacía esas cosas en sábado.
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Es muy interesante que en aquella piscina había muchos enfermos, ciegos y lisiados, pero sólo uno de ellos fue curado. Eran muchos los hombres que esperaban que se agitara el agua para lanzarse a la piscina y quedar curados (no sé por qué), pero sólo uno de ellos fue auxiliado por el Señor.
Jesús se acercó a aquel desdichado que llevaba 38 años postrado y le pregunta si se quería curar. 38 años es toda una vida y podríamos pensar que ser curado después de tanto tiempo sería un alivio, pero pensándolo bien también sería un problema. ¿Qué hace uno después de 38 años de mendigar y vivir de la caridad de las personas? ¿Qué se pone a hacer alguien en esas condiciones si lo más seguro es que no sabe hacer nada diferente a pedir?
Muchas veces he visto en mi ciudad personas que no quieren ser curadas de sus enfermedades porque saben que si las curan no podrán mendigar más, y entonces ¿de dónde sacarían dinero si la gente ya no les tendría lástima porque estarían saludables? lo mismo podríamos pensar de aquel hombre que fue curado por Jesús, ¿quería ser curado? Jesús se lo pregunta y él responde que sí quería la salud. Jesús lo sana y le manda a que cargue con su camilla (señal de que estaba enfermo y garantía de que le darían limosna) y se vaya.
Qué interesante ver a un Jesús que reconstruye la vida de esta persona y que lo cura a pesar de lo que eso significa e implica. Pero más interesante es ver a aquel enfermo que encuentra el consuelo de Dios y que a pesar de sus miedos y de la incertidumbre del futuro acepta la salud que Dios le ofrece.
¡Y tú, quieres ser curado!
Todo por la Inmaculada, nada sin Ella.

10 marzo, 2013

La parábola del "hermano envidioso"

Evangelio según San Lucas 15,1-3.11-32.
Todos los publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo.
Los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: "Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos".
Jesús les dijo entonces esta parábola:
Jesús dijo también: "Un hombre tenía dos hijos. El menor de ellos dijo a su padre: 'Padre, dame la parte de herencia que me corresponde'. Y el padre les repartió sus bienes.
Pocos días después, el hijo menor recogió todo lo que tenía y se fue a un país lejano, donde malgastó sus bienes en una vida licenciosa. Ya había gastado todo, cuando sobrevino mucha miseria en aquel país, y comenzó a sufrir privaciones. Entonces se puso al servicio de uno de los habitantes de esa región, que lo envió a su campo para cuidar cerdos. El hubiera deseado calmar su hambre con las bellotas que comían los cerdos, pero nadie se las daba. Entonces recapacitó y dijo: '¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, y yo estoy aquí muriéndome de hambre! Ahora mismo iré a la casa de mi padre y le diré: Padre, pequé contra el Cielo y contra ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros'.
Entonces partió y volvió a la casa de su padre. Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió profundamente; corrió a su encuentro, lo abrazó y lo besó. El joven le dijo: 'Padre, pequé contra el Cielo y contra ti; no merezco ser llamado hijo tuyo'. Pero el padre dijo a sus servidores: 'Traigan en seguida la mejor ropa y vístanlo, pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los pies. Traigan el ternero engordado y mátenlo. Comamos y festejemos, porque mi hijo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y fue encontrado'. Y comenzó la fiesta.
El hijo mayor estaba en el campo. Al volver, ya cerca de la casa, oyó la música y los coros que acompañaban la danza. Y llamando a uno de los sirvientes, le preguntó que significaba eso. El le respondió: 'Tu hermano ha regresado, y tu padre hizo matar el ternero engordado, porque lo ha recobrado sano y salvo'. El se enojó y no quiso entrar. Su padre salió para rogarle que entrara, pero él le respondió: 'Hace tantos años que te sirvo sin haber desobedecido jamás ni una sola de tus órdenes, y nunca me diste un cabrito para hacer una fiesta con mis amigos.
¡Y ahora que ese hijo tuyo ha vuelto, después de haber gastado tus bienes con mujeres, haces matar para él el ternero engordado!'. Pero el padre le dijo: 'Hijo mío, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo.
Es justo que haya fiesta y alegría, porque tu hermano estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado'".
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Esta parábola es llamada por muchos como la "parábola del hijo pródigo"; otros la llaman "la parábola del padre misericordioso". A mí me gusta pensar en "la parábola del hermano envidioso" ¿por qué? porque la parábola es contada para los fariseos y escribas que estaban celosos porque Jesús comía con pecadores y publicanos.
En esta parábola, obviamente, el padre y el hijo son el punto central de la historia y en ella se trata de recalcar el amor misericordiosísimo del padre que espera contra toda esperanza y que perdona todas las faltas; mas es la actitud del hermano mayor la que se recalca en la parábola porque no quiso aceptar el perdón del padre al hermano menor y tampoco quiso disfrutar de la fiesta que se le celebró.
¿Qué tiene que ver esta parábola con nosotros? Que somos como los hermanos mayores que siempre le estamos reprochando a Dios que no nos da lo que quizá le ha dado a los demás. Que somos como esos hermanos mayores que pensamos que por ser "buenos" y por que no matamos, robamos, abortamos o cometemos grandes pecados ya tenemos garantizado el Reino de los Cielos. Que somos como ese hermano mayor que pensamos que nosotros somos los mejores y que todos se debe doblegar ante nosotros porque somo "intachables". Que somos como ese hermano mayor que está lleno de soberbia y de egoísmo, que no es capaz de comprender el amor misericordioso y desinteresado del padre.
Esta parábola nos enseña que "los hijos pródigos" de este mundo entrarán más fácilmente en el Reino de los Cielos que los que nacimos en la religión y tenemos muy claro cuál es nuestro papel como católicos.
Esta parábola nos enseña que "los hijos pródigos" de este mundo entrarán más fácilmente en el Reino de los Cielos que los que estudiamos para ser sacerdotes, o que los clérigos mismos, que muchas veces nos podemos creer los dueños del Espíritu Santo.
Esta parábola nos enseña que nosotros, los hermanos mayores, debemos aprender del Padre a ser misericordiosos y no sólo justos.
Todo por la Inmaculada, nada sin Ella.

09 marzo, 2013

Visita médica por enfermedad desconocida

Evangelio según San Lucas 18,9-14.
Y refiriéndose a algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás, dijo también esta parábola:
"Dos hombres subieron al Templo para orar: uno era fariseo y el otro, publicano.
El fariseo, de pie, oraba así: 'Dios mío, te doy gracias porque no soy como los demás hombres, que son ladrones, injustos y adúlteros; ni tampoco como ese publicano.
Ayuno dos veces por semana y pago la décima parte de todas mis entradas'.
En cambio el publicano, manteniéndose a distancia, no se animaba siquiera a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: '¡Dios mío, ten piedad de mí, que soy un pecador!'.
Les aseguro que este último volvió a su casa justificado, pero no el primero. Porque todo el que se ensalza será humillado y el que se humilla será ensalzado".
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El gran peligro del que está en los caminos de Dios es creerse bueno. Esta tentación es tan antigua como el mismo hombre y la vemos patente en los apóstoles. Pareciera que ellos olvidaron sus orígenes y por eso Jesús en varias ocasiones les habló de ser los últimos y de hacerse como niños. Igualmente pasó con los fariseos y escribas, con los paganos, con los que creían en Dios y los que no creían en Él. Esta tentación de creerse bueno afecta a todos los hombres de todos los rincones del mundo en todas las épocas: los filósofos, los deportistas, los científicos, los ricos, los pobres, los feos y los lindos. Nadie puede librarse de esta tentación.
Esta enfermedad llamada soberbia no tiene cura conocida y es, incluso antes que el estrés, la enfermedad más recurrente. Todos somos portadores de ella. A pesar de ser inmune a todas las vacunas, incluso el bautismo, este mal se puede controlar si se toman las precauciones necesarias: ayuno, oración y limosna. Resalto especialmente la oración, porque en ella Dios nos recuerda constantemente que debemos alejarnos de las tentaciones de soberbia y debemos atacar sus pequeños brotes que son altamente contagiosos y agresivos. La meditación constate de la Palabra de Dios tiene un efecto benéfico sobre el paciente y ayuda considerablemente a controlar la soberbia.

Medicación:
1. Ante todo es necesario una dosis de confesión cada treinta días por lo menos. En casos de malestar general y de presentarse la soberbia en un brote agresivo se debe asistir al confesionario de inmediato.
2. Tomar de dos a tres dosis de Palabra de Dios al día. Se recomienda asistir a la Eucaristía todos los días habiendo leído y asimilado el evangelio del día correspondiente previamente para lograr un mayor efecto.
3. Comulgar en la Santa Misa mínimamente cada ocho días en domingo. Se recomienda la dosis completa de comunión diaria.
4. Lectura constante de libros espirituales. Se ha comprobado que esta lectura, especialmente la vida de santos o sus escritos, produce una reducción acelerada y efectiva de la soberbia en el torrente sanguíneo. Se recomienda la lectura diaria.

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07 marzo, 2013

¿Por qué no veían?

Evangelio según San Lucas 11,14-23.
Jesús estaba expulsando a un demonio que era mudo. Apenas salió el demonio, el mudo empezó a hablar. La muchedumbre quedó admirada, pero algunos de ellos decían: "Este expulsa a los demonios por el poder de Belzebul, el Príncipe de los demonios".
Otros, para ponerlo a prueba, exigían de él un signo que viniera del cielo.
Jesús, que conocía sus pensamientos, les dijo: "Un reino donde hay luchas internas va a la ruina y sus casas caen una sobre otra. Si Satanás lucha contra sí mismo, ¿cómo podrá subsistir su reino? Porque -como ustedes dicen- yo expulso a los demonios con el poder de Belzebul.
Si yo expulso a los demonios con el poder de Belzebul, ¿con qué poder los expulsan los discípulos de ustedes? Por eso, ustedes los tendrán a ellos como jueces.
Pero si yo expulso a los demonios con la fuerza del dedo de Dios, quiere decir que el Reino de Dios ha llegado a ustedes.
Cuando un hombre fuerte y bien armado hace guardia en su palacio, todas sus posesiones están seguras,
pero si viene otro más fuerte que él y lo domina, le quita el arma en la que confiaba y reparte sus bienes.
El que no está conmigo, está contra mí; y el que no recoge conmigo, desparrama.
+++
El problema de aquellas personas que no creían en Jesús era muy sencillo: no querían ver, no querían creer. No hay peor ciego que el que no quiere ver porque para el que no quiere creer no hay argumentos suficientes.
Así pues estos hombres estaban frente a un Jesús que hacía todo tipo de prodigios y que expulsaba los demonios en frente de ellos y seguían pidiendo signos, lo cual es señal de que no querían creer y los signos pedidos no eran más que una excusa. Pero ¿qué hizo Jesús? ¿será que dejó de anunciar el Reino de los Cielos por esta razón? 
La principal ceguera es la que viene, no de los ojos, sino de la falta de humildad. Cuando el corazón está lleno de soberbia los ojos se nublan y el entendimiento se entorpece. Cuando la soberbia llega al corazón la cabeza se pierde por completo.
Todo por la Inmaculada, nada sin Ella.

06 marzo, 2013

Ley y libertad

Evangelio según San Mateo 5,17-19.
No piensen que vine para abolir la Ley o los Profetas: yo no he venido a abolir, sino a dar cumplimiento.
Les aseguro que no desaparecerá ni una i ni una coma de la Ley, antes que desaparezcan el cielo y la tierra, hasta que todo se realice.
El que no cumpla el más pequeño de estos mandamientos, y enseñe a los otros a hacer lo mismo, será considerado el menor en el Reino de los Cielos. En cambio, el que los cumpla y enseñe, será considerado grande en el Reino de los Cielos.
+++
¿Qué es la libertad? Dice el Catecismo de la Iglesia Católica lo siguiente:
1731 La libertad es el poder, radicado en la razón y en la voluntad, de obrar o de no obrar, de hacer esto o aquello, de ejecutar así por sí mismo acciones deliberadas. Por el libre arbitrio cada uno dispone de sí mismo. La libertad es en el hombre una fuerza de crecimiento y de maduración en la verdad y la bondad. La libertad alcanza su perfección cuando está ordenada a Dios, nuestra bienaventuranza.
La libertad.
¿Qué tiene que ver la libertad con las leyes y las leyes con Jesús? Es interesante qué Jesús hable de la ley y de su cumplimiento. La ley no es un "añadido" histórico o una fuente de represión. La ley es la causa de la libertad, porque sin la ley la libertad no existe. Sólo es libre quien se acoge voluntariamente a la ley y quien elige cumplirla por el correcto uso de la razón y por la conciencia recta. Si en el Edén Dios no hubiera prohibido comer del fruto prohibido no habría ley, por lo tanto el hombre no tendría libertad porque no tendría la posibilidad de elegir el bien o el mal, de elegir a Dios o de rechazar a Dios.
Como decía un célebre personaje colombiano, el General Santander: "Colombianos, las armas os han dado la independencia, las leyes os darán la libertad". Así mismo la auténtica libertad la encontramos en el cumplimiento de las leyes de Dios, que no son otras cosa que el camino a la verdad y a la vida. La libertad del hombre encuentra su perfección cuando está ordenada a Dios, porque los mandatos de Dios son la fuente de la libertad.

05 marzo, 2013

El siervo sin entrañas

Evangelio según San Mateo 18,21-35.
Entonces se adelantó Pedro y le dijo: "Señor, ¿cuántas veces tendré que perdonar a mi hermano las ofensas que me haga? ¿Hasta siete veces?".
Jesús le respondió: "No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.
Por eso, el Reino de los Cielos se parece a un rey que quiso arreglar las cuentas con sus servidores.
Comenzada la tarea, le presentaron a uno que debía diez mil talentos.
Como no podía pagar, el rey mandó que fuera vendido junto con su mujer, sus hijos y todo lo que tenía, para saldar la deuda.
El servidor se arrojó a sus pies, diciéndole: "Señor, dame un plazo y te pagaré todo".
El rey se compadeció, lo dejó ir y, además, le perdonó la deuda.
Al salir, este servidor encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios y, tomándolo del cuello hasta ahogarlo, le dijo: 'Págame lo que me debes'.
El otro se arrojó a sus pies y le suplicó: 'Dame un plazo y te pagaré la deuda'.
Pero él no quiso, sino que lo hizo poner en la cárcel hasta que pagara lo que debía.
Los demás servidores, al ver lo que había sucedido, se apenaron mucho y fueron a contarlo a su señor.
Este lo mandó llamar y le dijo: '¡Miserable! Me suplicaste, y te perdoné la deuda.
¿No debías también tú tener compasión de tu compañero, como yo me compadecí de tí?'.
E indignado, el rey lo entregó en manos de los verdugos hasta que pagara todo lo que debía.
Lo mismo hará también mi Padre celestial con ustedes, si no perdonan de corazón a sus hermanos".
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Todo por la Inmaculada, nada sin Ella

03 marzo, 2013

La parábola de la higuera de no dio fruto

Evangelio según San Lucas 13,1-9.
En ese momento se presentaron unas personas que comentaron a Jesús el caso de aquellos galileos, cuya sangre Pilato mezcló con la de las víctimas de sus sacrificios.
El les respondió: "¿Creen ustedes que esos galileos sufrieron todo esto porque eran más pecadores que los demás?
Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera.
¿O creen que las dieciocho personas que murieron cuando se desplomó la torre de Siloé, eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén?
Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera".
Les dijo también esta parábola: "Un hombre tenía una higuera plantada en su viña. Fue a buscar frutos y no los encontró.
Dijo entonces al viñador: 'Hace tres años que vengo a buscar frutos en esta higuera y no los encuentro. Córtala, ¿para qué malgastar la tierra?'.
Pero él respondió: 'Señor, déjala todavía este año; yo removeré la tierra alrededor de ella y la abonaré.
Puede ser que así dé frutos en adelante. Si no, la cortarás'".
+++
María Valtora, mística, tuvo una revelación sobre esta parábola. Me parece muy interesante su interpretación. Bien sabemos que la revelación privada no añade nada al mensaje de Cristo, pero en ocasiones sirve para su mayor comprensión. Además, estos escritos pueden ser rechazados o aceptados sin ningún problema porque somos libres de creer o no creer en ellos.

Del tercer año de la vida pública de Jesús:

338
Judas Iscariote pierde el poder de milagros. La parábola del cultivador
La vía que conduce a Sefet deja la llanura de Corazín para arremeter contra un grupo montañoso bastante notable y muy poblado de árboles. Un curso de agua desciende de estos montes para dirigirse ciertamente al lago de Tiberíades. Los peregrinos esperan en este puente a que lleguen los otros, los que habían sido enviados al lago de Merón. No esperan mucho. Puntuales a la cita, vienen ligeros, y se reúnen alegres con el Maestro y los compañeros. Luego refieren cómo se ha desarrollado su viaje, que ha sido bendecido por algunos milagros hechos a turno por «todos los apóstoles» dicen; pero Judas de Keriot corrige: «Menos por mí, que no he logrado hacer nada», y su bochorno al confesarlo es penoso.
-Ya te hemos dicho que era porque estábamos frente a un gran pecador  -  le responde Santiago de Zebedeo. Y explica:
«¿Sabes, Maestro? Era Jacob. Estaba muy enfermo. Te invoca por este motivo. Porque tiene miedo a la mu erte y al juicio de Dios. Pero ahora es más avaro que nunca, porque prevé un verdadero desastre para su cosecha, que ha sido completamente destruida por el hielo. Ha perdido toda la simiente de trigo, y no puede sembrar más porque está enfermo, y la sierva , agotada de fatigas y hambre  -  porque él economiza incluso la harina para el pan, pues tiene miedo a quedarse un día sin comer  -, no tiene fuerzas para arar el campo. Nosotros  -  quizás hemos pecado, porque trabajamos todo el viernes, y después de la puesta del sol, hasta la última luz, e incluso con antorchas y hogueras encendidas para ver  -, nosotros aramos una gran extensión de terreno. Felipe, Juan y Andrés saben, y yo también. ¡Lo que hemos currado!... Simón, Mateo y Bartolomé venían detrás de nosotros  limpiando las glebas del trigo nacido pero luego muerto. Judas fue, en tu nombre, a pedir un poco de simiente a Judas y Ana, y les prometió nuestra visita de hoy. Se la dieron, y además selecta. Entonces dijimos: Mañana sembramos". Por este motivo hemos tardado un poco. Porque empezamos al principio de la puesta del sol. Que el Eterno nos perdone por el motivo por el que hemos pecado. Judas, mientras tanto, estaba al pie de la cama de Jacob para convertirlo. Él sabe hablar mejor que nosotros. Al menos eso  es lo que dijeron también Bartolomé y el Zelote. Pero Jacob se mostraba sordo a toda razón. Quería la curación porque la enfermedad le cuesta, e injuriaba a la mujer llamándola holgazana. Para calmarlo, visto que decía "Me convertiré si me curo", Judas le  impuso las manos. Pero Jacob siguió enfermo como antes. Judas, desconsolado, nos lo dijo. Lo intentamos nosotros antes de irnos a dormir. Pero no obtuvimos el milagro. Ahora Judas sostiene que es porque él, habiéndote disgustado, ha caído en desgracia tuya; y está deprimido. Pero nosotros decimos que es porque teníamos frente a nosotros a un pecador obstinado, que pretende obtener todo lo que quiere, poniendo condiciones y dando órdenes hasta a Dios. ¿Quién tiene razón?
-Vosotros siete. Es como habéis dicho. ¿Y Judas y Ana? ¿Sus campos?
-Muy dañados. Pero tienen recursos y ya está todo solucionado. ¡Pero ellos son buenos! Ten. Te mandan este donativo
y estos alimentos. Esperan verte en alguna ocasión. Lo que entristece es el estado espiritual de Jacob. Ha bría deseado curarle el alma más que el cuerpo... - dice Andrés.
-¿Y en los otros lugares?
-¡Oh! En el camino de Debaret, cerca del pueblo, curamos  -  fue Mateo  -  a uno que tenía fiebres y que volvía de un médico que lo había desahuciado. Nos hospedamos en su casa y la fiebre no volvió desde la puesta del sol hasta la aurora, y él afirmaba que se sentía bien y fuerte. Luego, en Tiberíades, fue Andrés el que curó a un barquero que se había roto un hombro cayendo en el puente. Le impuso las manos y el hombro   quedó curado. ¡Imagínate el hombre! Nos quiso llevar sin pagar a Magdala y a Cafarnaúm, luego a Betsaida, y allí se ha quedado, porque allí están los discípulos Timoneo de Aera, Felipe de Arbela, Hermasteo y Marcos de Josías, uno de los liberados del demonio cerca de Gamala. Quiere ser discípulo también José el barquero... Los niños, en casa de Juana, están bien. Ya no parecen los mismos. Estaban en el jardín jugando con Juana y Cusa. ..
-Los he visto. Yo también he pasado por allí. Seguid.
-En Magdala fue Bartolomé el que convirtió a un corazón vicioso y curó un cuerpo vicioso. ¡Qué bien habló! Explicó que el desorden del espíritu genera desorden en el cuerpo, y que toda concesión a la deshonestidad degenera en pérdida de la tranquilidad, de la salud y al  final del alma. Cuando lo vio arrepentido y convencido, le impuso las manos y el hombre quedó curado. Querían retenernos en Magdala. Pero nosotros obedecimos: pasada la noche, proseguimos para Cafarnaúm. Allí había cinco que pedían les concedieras una gracia. Y ya estaban para marcharse desconsolados. Los curamos. No vimos a ninguno porque embarcamos de nuevo enseguida para Betsaida, para evitar preguntas de Elí, Urías y sus compañeros. '¡En Betsaida!... ¡Cuenta tú, Andrés, a tu hermano!... - termina Santiago de Zebedeo, que era el que hablaba.
-¡Oh! ¡Maestro! ¡Simón! ¡Si vierais a Margziam! ¡No se le reconoce!...
-¡Maldición! ¿Qué?, ¿es mujer ahora? - exclama y pregunta Pedro.
-¿Pero qué dices, hombre? Un jovencito muy majo, alto, delgado, porque ha crecido mucho... ¡Una cosa maravillosa!
Nos costó reconocerlo. Está tan alto como tu mujer y yo...
-¡Hombre, ni yo ni tú ni Porfiria somos palmas! A1 máximo se nos podrá comparar con una zarza...  -  dice Pedro (pero exulta de alegría al oír que su hijo adoptivo se ha desarrollado).
-Sí, hermano. Pero en las Encenias, no más, era todavía un niñito escasamente desarrollado, que apenas si nos llegaba a los hombros. Ahora es verdaderamente un hombre joven, por la estatura, la voz y la gravedad. Ha hecho como esas   plantas que no crecen durante años y luego, al improviso, se desarrollan de forma asombrosa. Tu mujer ha estado muy ocupada en alargar túnicas o hacerlas nuevas. Y las hace con dobladillos muy anchos y amplios pliegues en la cintura, porque prevé, con razón, que Margziam seguirá creciendo. Y en sabiduría crece todavía más. Maestro, la humildad de Natanael no te había dicho que durante casi dos meses Bartolomé ha sido maestro del más pequeño y heroico de los discípulos, que se levanta antes del amanecer par a llevar a pastar a las ovejas, cortar la leña, sacar agua, encender el fuego, barrer, hacer las compras por amor a su mamá de adopción, y luego, por la tarde y hasta bien de noche, estudia y escribe como un pequeño doctor. ¡Fíjate! Ha reunido a todos  los niños de Betsaida y los sábados les imparte pequeñas lecciones evangélicas. Así, los pequeños, excluidos de la sinagoga porque no molesten en las funciones, tienen su jornada de oración como los mayores. Y me han dicho las madres que es bonito oírle hablar, y que los niños lo quieren y le obedecen con respeto y se hacen mejores. ¡Qué discípulo va a ser!
-¡Pues fíjate!, ¡fíjate! Yo... estoy emocionado... ¡Mi Margziam! Pero ya también en Nazaret, ¿eh?: ¡qué heroísmo por... aquella niña! ¿Raquel, verdad?
Pedro se para a tiempo, y se pone como la púrpura por el miedo a haber dicho demasiado.Por suerte, Jesús viene en su auxilio, y Judas está meditabundo o distraído. 0 finge estarlo. Jesús dice:
-Raquel. Tienes buena memoria. Está curada. Y sus campos producirán mucho trigo. Hemos pasado por allí Yo y Santiago. Mucho puede el sacrificio de un niño justo.
-En Betsaida fue Santiago el que realizó un milagro en aquel pobre lisiado; y Mateo, por el camino, yendo a la casa de Jacob, curó a un niño. Y precisamente hoy, en la plaza de aquel pueblecito que está al pie del puente, Felipe y Juan han hecho curaciones: el primero a un enfermo de los ojos; el segundo, a un niño endemoniado.
-Lo habéis hecho todos bien. Muy bien. Ahora vamos a ir hasta aquel pueblo de la s laderas. Nos detendremos en alguna casa para dormir.
-¿Y tú, Maestro mío, qué has hecho? ¿Cómo está María? ¿Y la otra María? - pregunta Juan.
-Están bien y os saludan a todos. Están preparando túnicas y cuanto se necesita para el peregrinaje de primav era. Están ya deseando que llegue, para estar con nosotros.
-Susana y Juana y nuestra madre tienen la misma ansia - dice también Juan.
Bartolomé dice:
-También mi mujer, con las hijas, quiere ir este año, después de tantos, a Jerusalén. Dice que nunca  volverá a ser tan bonito como este año... No sé por qué lo dice. Pero ella sostiene que lo siente en el corazón.
-Entonces seguro que vendrá también la mía. No me lo ha dicho... Pero lo que hace Ana lo hace siempre María  -  dice Felipe.
-¿Y las hermanas de Lázaro? Vosotros que las habéis visto... - pregunta Simón Zelote.
-Obedecen con sufrimiento a la orden del Maestro y a la necesidad... Lázaro está muy enfermo, ¿verdad, Judas? Casi siempre está en la cama. Pero esperan con mucha ansia al Maestro  - dice Tomás.
-Pronto será Pascua e iremos a casa de Lázaro.
-¿Pero Tú qué has hecho en Nazaret y Corazín?
-En Nazaret he saludado a los parientes y amigos y a los parientes de los dos discípulos. En Corazín he hablado en la sinagoga y he curado a una mujer. Nos hemos detenido donde la viuda. Se le ha muerto la madre. Un dolor y un alivio al mismo tiempo, por los pocos recursos y por el tiempo que la asistencia a la enferma quitaba del trabajo de la viuda, que se ha pues to a hilar por cuenta de terceros. Pero ya no está desesperada. Tiene asegurado lo necesario y se siente satisfecha con eso. José va todas las mañanas donde un carpintero del Pozo de Jacob para aprender el oficio.
-¿Son mejores los de Corazín? - pregunta Mateo.
-No, Mateo. Son cada vez peores -  confiesa con franqueza Jesús  -  Y nos han tratado mal. Los notables, es natural, no el pueblo llano.
-Es un lugar muy poco recomendable. No vuelvas - dice Felipe
-Sería causa de dolor para el discípulo Elías, y para la viuda y la mujer curada hoy y las otras personas buenas.
-Sí. Pero son tan pocos, que... yo no me ocuparía más de ese lugar. Tú lo has dicho: "Es imposible de labrar"  -  dice Tomás.
-Una cosa es la resina y otra los corazones. Algo permanecerá, como semilla hundida bajo muchas glebas muy compactas. Tardará mucho en nacer, pero, al final, nacerá. Lo mismo Corazín. Un día nacerá lo que he sembrado. No hay que desmoralizarse ante las primeras derrotas.
-Oíd esta parábola. Podría ser titulada: "La parábola del buen labrador".
Un rico tenía una grande y hermosa viña. En ella había también higueras de distintas variedades. A la viña se dedicaba un sirviente, experto viñador y podador de árboles frutales, que cumplía con su deber con amor a su señor y a las plantas. Todos los años, el rico, en el mejor período del año, iba reiteradas veces a su viña para ver madurar las uvas y los higos y probar estos frutos cogiéndolos de las plantas con sus manos. Un día, pues, se acercó a una higuera de muchísima calidad, el único árbol de esa calidad que había en la viña. Pero también aquel día, como en los dos años anteriores, la encontró todo follaje y nada fruta.
Llamó al viñador y dijo: "Hace tres años que vengo a buscar fruta a esta higuera y no encuentro sino hojas. Se ve que el árbol ha terminado de dar frutos. Córtalo, pues. Es inútil que esté aquí ocupando sitio y ocupando tu tiempo, para después no acabar en nada. Córtala, échala al fuego, limpia de raíces el terreno, y en el lugar suyo planta un arbolito nuevo. Dentro de algunos años dará fruto". El viñador, que era paciente y amoroso, respondió: "Tienes razón. Pero déjame todavía un año. No corto el árbol. Es más, con mayor dedicación aún, le cavaré el suelo de alrededor, lo abonaré, lo podaré. ¿Quién sabe, a lo mejor da todavía fruto?
Si después de esta última prueba no da fruto, obedeceré tu deseo y lo cortaré".
Corazín es la higuera que no da frutos. Yo soy el buen Labrador. El rico impaciente sois vosotros. Dejad actuar al buen Labrador.
-De acuerdo. Pero tu parábola no concluye. ¿La higuera, al año siguiente, dio fruto? - pregunta el Zelote.
-No dio fruto y fue cortada. Pero el labrador quedó justificado de haber cortado un árbol que todavía era joven y pujante, porque había hecho todo su deber. Yo también quiero ser justificado por aquellos a quienes tenga que meter la segur y separarlos de mi viña, donde son árboles estériles o plantas venenosas, cobijos de serpientes, acaparadores de jugos nutritivos, parásitos o elementos tóxicos, que deterioran y dañan a los compañeros discípulos; o bien, que entran sin haber sido llamados, reptando con sus malignas raíces para proliferar en mi viña, rebeldes a todo injerto, venidos sólo para espiar, menoscabar y hacer estéril mi campo. A éstos los cortaré cuando todo haya sido intentado para convertirlos. Por ahora, antes de la segur, alzo las tijeras y el cuchillo del podador, desramo e injerto... Será un trabajo duro, para mí, que lo hago, y para los que lo suf ran. Pero hay que hacerlo. Para que se pueda decir en el Cielo: "Ha cumplido todo. Pero ellos,  cuanto más los ha podado, cuanto más ha injertado o removido la tierra de alrededor o abonado, con sudor y lágrimas, fatiga y sangre, ellos se han hecho cada vez másestériles y malos"... Hemos llegado al pueblo. Id todos adelante y pedid alojamiento. Tú, Judas de Keriot, quédate conmigo.
Se quedan solos y, en la penumbra de la noche, caminan uno al lado del otro en el máximo silencio.Por fin Jesús dice, como hablando consigo mismo:
-Y, no obstante, aunque se haya caído en desgracia de Dios por haber infringido su Ley, siempre podemos volver a serlo que éramos, renunciando al pecado... Judas no responde nada.
Jesús sigue:  -Y si hemos comprendido que no podemos seguir recibiendo de Dios el poder, porque Dios no está donde está Satanás, con facilidad se puede solucionar, prefiriendo lo que Dios concede a lo que quiere nuestra soberbia. Judas calla.
Jesús - y ya están a la altura de la primera casa del pueblo - todavía como hablando consigo mismo, dice:  -Y pensar que he sufrido áspera penitencia para que se enmiende y torne al Padre suyo... Judas se estremece, levanta la cabeza, lo mira... pero no dice nada.
También Jesús lo mira... y luego pregunta:  -Judas, ¿a quién estoy hablando?
-A mí, Maestro. Por ti ya no tengo poder. Porque me lo has  quitado para aumentárselo a Juan, a Simón, a Santiago, a todos, excepto a mí. ¡No me amas, eso es lo que pasa! Y acabaré por no amarte y por maldecir la hora en que te amé, y me hundí ante los ojos del mundo por un rey imbele que se deja supeditar incluso por la plebe. ¡No esperaba esto de ti!
-Ni Yo tampoco de ti. Pero nunca te he engañado, ni te he obligado. ¿Por qué, pues, permaneces a mi lado?
-Porque te amo. No puedo ya separarme de ti. Me atraes y me produces repulsión. Te deseo como el aire que res piro y... me das miedo. ¡Ah, soy un maldito! ¡Estoy condenado! ¿Por qué no arrojas de mí el demonio, Tú que puedes?
La cara de Judas está lívida y descompuesta, enajenada, llena de miedo y odio... Recuerda ya, aunque pálidamente, la máscara satánica del Judas del Viernes Santo.
Y el rostro de Jesús recuerda el del Nazareno flagelado, que, sentado en el patio del Pretorio encima de la artesa puesta boca abajo, mira a los que se burlan de Él con toda su piedad amorosa. Dice, y parece que hay ya un sollozo en su voz:
-Porque no hay arrepentimiento en ti, sino solamente ira contra Dios, casi como si El fuera el culpable de tu pecado.
Judas dice entre dientes una fea imprecación...
-¡Maestro, hemos encontrado lo que buscábamos. Cinco en un sitio, tres en ot ro, dos en otro, y uno y uno en otros dos. No hemos podido mejor - dicen los discípulos.
-Está bien. Yo voy con Judas de Keriot - dice Jesús.
-No. Prefiero estar solo. Estoy inquieto. No te dejaría descansar...
-Como quieras... Entonces iré con Bartolomé. Vosotros haced lo que queráis. Entretanto vamos a donde haya más sitio, para poder cenar juntos.

02 marzo, 2013

La parábola del hermano envidioso

Evangelio según San Lucas 15,1-3.11-32.
Todos los publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo.
Los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: "Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos".
Jesús les dijo entonces esta parábola:
Jesús dijo también: "Un hombre tenía dos hijos. El menor de ellos dijo a su padre: 'Padre, dame la parte de herencia que me corresponde'. Y el padre les repartió sus bienes.
Pocos días después, el hijo menor recogió todo lo que tenía y se fue a un país lejano, donde malgastó sus bienes en una vida licenciosa. Ya había gastado todo, cuando sobrevino mucha miseria en aquel país, y comenzó a sufrir privaciones. Entonces se puso al servicio de uno de los habitantes de esa región, que lo envió a su campo para cuidar cerdos. El hubiera deseado calmar su hambre con las bellotas que comían los cerdos, pero nadie se las daba. Entonces recapacitó y dijo: '¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, y yo estoy aquí muriéndome de hambre! Ahora mismo iré a la casa de mi padre y le diré: Padre, pequé contra el Cielo y contra ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros'. 
Entonces partió y volvió a la casa de su padre. Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió profundamente; corrió a su encuentro, lo abrazó y lo besó. El joven le dijo: 'Padre, pequé contra el Cielo y contra ti; no merezco ser llamado hijo tuyo'. Pero el padre dijo a sus servidores: 'Traigan en seguida la mejor ropa y vístanlo, pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los pies. Traigan el ternero engordado y mátenlo. Comamos y festejemos, porque mi hijo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y fue encontrado'. Y comenzó la fiesta. 
El hijo mayor estaba en el campo. Al volver, ya cerca de la casa, oyó la música y los coros que acompañaban la danza. Y llamando a uno de los sirvientes, le preguntó que significaba eso. El le respondió: 'Tu hermano ha regresado, y tu padre hizo matar el ternero engordado, porque lo ha recobrado sano y salvo'. El se enojó y no quiso entrar. Su padre salió para rogarle que entrara,
pero él le respondió: 'Hace tantos años que te sirvo sin haber desobedecido jamás ni una sola de tus órdenes, y nunca me diste un cabrito para hacer una fiesta con mis amigos. ¡Y ahora que ese hijo tuyo ha vuelto, después de haber gastado tus bienes con mujeres, haces matar para él el ternero engordado!'.
Pero el padre le dijo: 'Hijo mío, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo. Es justo que haya fiesta y alegría, porque tu hermano estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado'".
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Esta parábola es llamada por muchos como la parábola del hijo pródigo. Otros tantos la llaman la parábola del padre misericordioso. Pero a mí me gusta pensar en la parábola del hijo interesado y del hermano envidioso. 
El centro de la parábola no es  el hijo o el padre, sino el hermano mayor porque Jesús está contando la parábola para referirse a los que por envidia no quieren entrar en el Reino de los Cielos (el hermano mayor que no quiso entrar a la fiesta). 
La envidia generalmente se entiende como la codicia de los bienes ajenos, pero a mí esa definición no me convence mucho. La envidia es sentirse mal por el bien ajeno. Y cuando alguien siente rabia o dolor por la felicidad de otro, por los triunfos del otro, o por la suerte del otro, entonces tiene envidia. Los fariseos y los escribas tenían envidia de los pecadores porque Jesús vino a buscarlos a ellos y no a felicitar a los otros. Y por esta razón la parábola del evangelio de hoy quiere centrar la atención en aquel hermano mayor (que era intachable supuestamente) y que sintió envidia de su hermano menor (sintió rabia por su bien) y que no quiso entrar al banquete y a la fiesta que el padre, que es misericordioso, quiso hacerle a su hijo porque había regresado.
Jesús hablaba con publicanos y pecadores y en muchas ocasiones se sentó a la mesa a comer con ellos. Además dijo en una ocasión que venía a buscar a los pecadores y no a los justos. Esto era un escándalo para la época de Jesús por parte de los "justos", es decir, de los que guardaban la ley (fariseos y escribas). Estaban enviodiosos porque el centro de atención de Jesús no eran ellos sino los pecadores. Jesús no vino a felicitar a los que eran "buenos". Pero estos buenos sintieron envidia de los "malos" y con eso demostraron que no eran tan buenos como creían sino un grupo de hipócritas que aparentaban ser los mejores pero su corazón estaba completamente alejado de Dios.
El hombre bueno es el que se alegra del bien de los demás y el que se alegra con Dios en Dios y para Dios. El hombre justo es el que es misericordioso y trata de mirar el corazón de los demás en vez de juzgarlos injustamente. El hombre bueno es el que no se pone a sí mismo como la medida de todas las cosas sino que reconoce que Dios es esa medida y que si algo tiene de bueno es porque Dios se lo ha concedido. Entonces, si todo viene de Dios, ¿por qué se va a gloriar de algo si no le pertenece?
Todo por la Inmaculada, nada sin Ella

01 marzo, 2013

Es tiempo de volver a Dios. Sagrado Corazón de Jesús en vos confío

Evangelio según San Mateo 21,33-43.45-46.
Escuchen otra parábola: Un hombre poseía una tierra y allí plantó una viña, la cercó, cavó un lagar y construyó una torre de vigilancia. Después la arrendó a unos viñadores y se fue al extranjero.
Cuando llegó el tiempo de la vendimia, envió a sus servidores para percibir los frutos.
Pero los viñadores se apoderaron de ellos, y a uno lo golpearon, a otro lo mataron y al tercero lo apedrearon.
El propietario volvió a enviar a otros servidores, en mayor número que los primeros, pero los trataron de la misma manera. Finalmente, les envió a su propio hijo, pensando: 'Respetarán a mi hijo'.
Pero, al verlo, los viñadores se dijeron: "Este es el heredero: vamos a matarlo para quedarnos con su herencia". Y apoderándose de él, lo arrojaron fuera de la viña y lo mataron.
Cuando vuelva el dueño, ¿qué les parece que hará con aquellos viñadores?".
Le respondieron: "Acabará con esos miserables y arrendará la viña a otros, que le entregarán el fruto a su debido tiempo". Jesús agregó: "¿No han leído nunca en las Escrituras: La piedra que los constructores rechazaron ha llegado a ser la piedra angular: esta es la obra del Señor, admirable a nuestros ojos?
Por eso les digo que el Reino de Dios les será quitado a ustedes, para ser entregado a un pueblo que le hará producir sus frutos". Los sumos sacerdotes y los fariseos, al oír estas parábolas, comprendieron que se refería a ellos. Entonces buscaron el modo de detenerlo, pero temían a la multitud, que lo consideraba un profeta.
+++
Los frutos son de Dios pero nosotros nos queremos quedar con ellos.
Nosotros somos como un árbol que da pocos frutos, y los pocos que da no los quiere entregar. Somos como un árbol plantado por un mayordomo que recibe a diario su dosis de agua, su abono y todo el cuidado necesario para producir, pero que no quiere entregar esos frutos porque los quiere para sí mismo. ¿Por qué digo esto? porque nuestra condición es egoísta, porque no confiamos en Dios, porque trabajamos para nosotros mismos. A Dios no le creemos y lo hacemos a un lado. Dios ha pasado de ser nuestra razón de ser a una figura mítica inventada por una institución llamada Iglesia que quiere gobernar por medio del miedo a los hombres. Dios ha dejado de ser el amigo, el consejero, el amor y el fin de todo hombre.
Entonces, ¿cómo vamos a querer entregarle los pocos frutos producidos a alguien en quien ya no creemos? es por eso que pensamos que los frutos van a estar mejor en nuestras manos que en las manos de Dios. Pero no hay nada más alejado de la realidad.
Es tiempo de volver a Dios. Es tiempo de confiar en Dios. Es tiempo de alzar nuestra mirada nuevamente hacia el cielo y contemplar al Creador que nos ama. Es tiempo de volver nuestra mirada hacia Dios y contemplar al que se ha entregado por nosotros en la prueba máxima de amor en el Sacrificio de la Cruz. Es tiempo de ser como aquella viña que da frutos abundantes de caridad y de servicio. En definitiva, es tiempo de confiar en Dios y de decir con toda la Iglesia y con todos los Santos, especialmente con Santa Margarita de Alacoque: 
SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS EN VOS CONFÍO... y por eso te entrego mis pobres frutos, porque están mejor en tus manos que en las mías. 
Sagrado Corazón de Jesús en vos confío, y por eso te entrego mi vida, porque tú sabes qué es lo mejor para mí, en cambio yo no sé ni siquiera qué es lo que quiero. 
Sagrado Corazón de Jesús en vos confío, porque el mundo quiere que confíe en él y yo quiero confiar en mí, pero la verdad es que sólo tú, Corazón Divino, eres digno de confianza porque eres la perfección del amor.
Sagrado Corazón de Jesús en vos confío.

Las Doce Promesas del Sagrado Corazón

En mayo de 1673, el Corazón de Jesús le dio a Santa Margarita María para aquellas almas devotas a su Corazón las siguientes promesas:

* Les daré todas las gracias necesarias para su estado de vida.
* Les daré paz a sus familias.

* Las consolaré en todas sus penas.

* Seré su refugio durante la vida y sobre todo a la hora de la muerte.

* Derramaré abundantes bendiciones en todas sus empresas.

* Los pecadores encontrarán en mi Corazón un océano de misericordia.

* Las almas tibias se volverán fervorosas.

* Las almas fervorosas harán rápidos progresos en la perfección.

* Bendeciré las casas donde mi imagen sea expuesta y venerada.

* Otorgaré a aquellos que se ocupan de la salvación de las almas el don de mover los corazones más endurecidos.

* Grabaré para siempre en mi Corazón los nombres de aquellos que propaguen esta devoción.

* Yo te prometo, en la excesiva misericordia de mi Corazón, que su amor omnipotente concederá a todos aquellos que comulguen nueve Primeros Viernes de mes seguidos, la gracia de la penitencia final: No morirán en desgracia mía, ni sin recibir sus Sacramentos, y mi Corazón divino será su refugio en aquél último momento.

La Gran Promesa de la comunión de los Nueve Primeros Viernes de Mes


A lo largo de la Historia el Sagrado Corazón de Jesús ha tenido amigos y confidentes, pero qué duda cabe que entre todos descuella santa Margarita María de Alacoque, a la que distinguió por medio de la gran revelación de esta devoción a finales del siglo XVII. En una de sus apariciones a la visitandina, un viernes de 1688, el Señor le dijo: « Je te promets dans l'excès de la miséricorde de mon Cœur que son amour tout-puissant accordera à tous ceux qui communieront les premiers vendredis neuf fois de suite la grâce de la pénitence finale ; qu'ils ne mourront point dans ma disgrâce ni sans recevoir leurs sacrements et que mon Cœur se rendra leur asile assuré à cette dernière heure » (Yo te prometo en el exceso de misericordia de mi Corazón que su amor todopoderoso concederá a todos aquellos que comulgaren los primeros viernes de mes nueve veces seguidas la gracia de la penitencia final ; que no morirán en mi desgracia ni sin haber recibido sus sacramentos y que mi corazón se volverá para ellos un asilo seguro en la última hora).

¡Magnífica promesa! Por eso se la llama “la Gran Promesa”, pues en ella ofrece el Corazón de Jesús nada menos que la seguridad de la salvación a los que comulgaren nueve primeros viernes de mes seguidos. Ya en 1674, había instado a santa Margarita María a esta práctica, pidiéndole que comulgara “siempre que la obediencia se lo permita, especialmente todos los primeros viernes”. Catorce años después quería que esta comunión se extendiera a todos, vinculándole nada menos que la certeza de la perseverancia final. En toda la Historia de la Iglesia sólo se conocía una promesa del género: la del Santo Escapulario de Nuestra Señora del Carmen, hecha a san Simón Stock en el siglo XIII. Ahora se añadía la hecha por Jesucristo mismo a su confidente cuatro siglos más tarde, en el curso de unas revelaciones que constituían “un último esfuerzo del amor del Señor amor para con los pecadores, con el objeto de llevarlos a penitencia y darles abundantemente sus gracias eficaces y santificantes, y así obtener su salvación” (Sta. Margarita María: Carta 102). El paralelo de estas dos grandes promesas está plasmado en la medalla-escapulario que, por privilegio de san Pío X, puede substituir el escapulario de tela del Carmelo y que representa en una cara al Sagrado Corazón y en la otra a la Santísima Virgen bajo la advocación del Carmen.

Como con el Santo Escapulario, se han dado malos entendidos respecto de la gran promesa de la comunión de los nueve primeros viernes de mes. Los enemigos de la Iglesia se ríen de una revelación que promete el cielo por sólo unos actos de piedad, diciendo: “¡Qué barato sale salvarse!”. Y piensan que todo consiste en que basta comulgar nueve primeros viernes seguidos y después hacer uno lo que le venga en gana. “Total –continúan– hágase lo que se haga, se tiene ya asegurado el Paraíso: ¡palabra de Jesucristo!”. Por desgracia, hay no pocos entre los católicos que también piensan eso, cayendo así en el terrible pecado de presunción, al creer que la misericordia divina los salvará sin conversión y les dará la gloria sin mérito. Es como si se dijeran: “comulguemos los nueve primeros viernes y después pequemos cuanto queramos”, lo cual es una deformación odiosa de la Gran Promesa y un terrible abuso de la confianza y de la bondad del Divino Corazón.

Vamos a disipar equívocos. No es que quien comulgue nueve primeros viernes de mes seguidos posea ya infaliblemente un certificado de salvación, sino que esa serie de nueve comuniones, si hechas digna y reverentemente y con recta intención, le proporcionarán las gracias necesarias para ser un buen cristiano y, como consecuencia y colofón, le granjearán una buena muerte, la muerte de los justos. No debemos ver en la promesa un automatismo y una eficacia mágica, como si pudiéramos manipular las cosas de Dios para obtener determinados resultados. Tanto si se lleva el escapulario, como si se comulga los nueve primeros viernes (o los cinco primeros sábados de mes, de los que hablaremos en otra ocasión), ello presupone en principio una vida cristiana y conforme a la Ley de Dios y los preceptos de la Iglesia (aunque uno tenga caídas y recaídas, propias de nuestra naturaleza quebrantada por el pecado original). Tales prácticas a las que van aparejadas tan extraordinaria promesa como es la de la perseverancia final se suponen siempre en buena fe. Es decir, quien las llevare a cabo dolosamente, con el único propósito de asegurarse la salvación y llevar más tarde una vida desarreglada estaría ya pecando y haciéndolas ineficaces. Es como el adulto no bautizado que, sabiendo que el sacramento del bautismo borra todos los pecados, tanto el original como los actuales, difiriera el recibirlo para poder gozarse un tiempo más de licencia y de disipación, lo cual sería burlarse de la gracia de Dios.

Así pues, la comunión de los nueve primeros viernes ha de hacerse concienzudamente y teniendo en vista que si es verdad que Jesucristo quiere que por ella nos salvemos no es menos cierto que implica el compromiso de ser buenos y corresponderle por su gran misericordia. La comunión debe prepararse y hacerse con las condiciones necesarias para que sea digna y eficaz (véase: http://costumbrario.blogspot.com/2009/02/recibir-la-santa-comunion-se-ha.html). Una comunión hecha incluso en estado de gracia, pero distraídamente y como de pasada, sólo por cumplir con el trámite para ganar la promesa del Corazón de Jesús, difícilmente podría reputarse como satisfactoria. Además, ha de hacerse, como se ha dicho antes, con recta intención, esto es: con la intención de corresponder a Nuestro Señor por sus bondades mediante una vida santa y entregada al amor de su Sagrado Corazón. La comunión ha de hacerse siempre con el propósito de permanecer en la gracia de Dios y detestando el pecado, nunca con la maliciosa perspectiva de pecar más adelante para después confesarse. Quien vive en estado habitual de pecado y persiste en él difícilmente podrá tener recta intención al comulgar (si es que sus comuniones no son sacrílegas por confesiones inválidas al faltar el sincero propósito de enmienda).

¿Por qué el número de nueve comuniones y que sean seguidas? Se nos ocurre que el Corazón de Jesús nos ha puesto con ello una dulce trampa para que caigamos en sus redes de Amor. Sabiendo lo inconstantes que somos, el obligarnos a estar en gracia para poder comulgar una vez al mes durante nueve meses seguidos crea en nosotros un hábito bueno, que nos predispone a perseverar. Si repetidamente nos confesamos y comulgamos dignamente, terminaremos por encontrar que se está muy bien siendo buenos cristianos. En el arco de nueve meses eso se nota. Por supuesto hablamos aquí de un hábito humano, que se crea con la repetición de los mismos actos. Pero este hábito humano de recibir los sacramentos para prepararse a los nueve primeros viernes se perfecciona con la gracia y las virtudes teologales, que, como sabemos, son hábitos infusos, que perfeccionan y elevan nuestros hábitos humanos. Así pues, es difícil –por no decir imposible– que alguien que quiere acogerse sinceramente a la Gran Promesa tenga después la intención de vivir mal. Por supuesto, poderoso es Dios que no quiere la muerte del pecador sino que se convierta y viva y no niega sus auxilios al mayor monstruo de maldad que pueda existir, pero que vaya a salvar a quien juega a la ruleta rusa con su salvación y pretenda cometer fraude contra el Espíritu Santo abusando de una promesa maravillosa de Jesucristo, eso es impensable.

Muchos de nosotros hemos hecho las comuniones de los nueve primeros viernes, sobre todo los que tuvimos la fortuna de ser educados por los Padres de la Compañía de Jesús, abanderada de la devoción al Corazón de Jesús. Pero muchos otros no las han hecho. Todos podemos cumplir una y otra vez con esa cita de amor con Nuestro Señor cada primer viernes de mes. No importa si ya lo hemos cumplido o no. Y cada vez que lo hacemos podemos encomendar a alguien de nuestro entorno o que se haya encomendado a nuestras oraciones para que se anime a observar esta santa práctica. Es un modo de ser apóstol del corazón adorable de nuestro Redentor. Hace muchos años, en la televisión de algún país sudamericano unos días antes del primer viernes aparecía un breve anuncio entre la programación que decía: “Católico: este viernes es primer viernes. ¡Comulga!”. Lástima que esta hermosa costumbre haya desaparecido ahogada por nuevos contenidos televisivos que no nos recuerdan la fe católica sino los engañosos atractivos de los enemigos del alma. Pero sí sería conveniente que una campanita en nuestro corazón nos recordara la proximidad del primer viernes.

Para prepararse a ese día recomendamos preparar una confesión concienzuda a fin de adecentar el alma para recibir a Jesús y dedicarle una Hora Santa el jueves anterior (se pueden ver los magníficos textos del P. Mateo Crawley-Boevey, el gran apóstol peruano del Sagrado Corazón, en este vínculo:http://www.geocities.com/asociacionmariana/PMateo.htm). Ya el viernes sería lo ideal observar el ayuno antiguo (desde la medianoche) y asistir a la misa por la mañana temprano, comulgando en ella, o pedir la comunión fuera de la misa si no hay tiempo de oír ésta (lo que podría hacerse por la tarde). De este modo, se comienza ya el día consagrándolo al Corazón de Jesús mediante la comunión reparadora (en la que, como mínimo, deberíamos detenernos un cuarto de hora, si no más). Para aspectos prácticos relacionados con la comunión de los nueve primeros viernes de mes recomendamos este vínculo: http://webcatolicodejavier.org/nueveviernes.html.


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