El pueblo andaba en tinieblas, habitaban en tierra y sombras de muerte y apareció una Gran Luz, una Luz grandiosa para que todos pudieran ver, una Luz que es para todos. La Luz (Jesús) llega predicando y llamando.
El Señor predica invitándonos a la conversión, nos predica que está cerca el reino de los cielos; es así como, por sus palabras llenas de Gracia, logra que la costra que tenemos en los ojos se vaya cayendo y podamos ir viéndole a Él que es la Luz, tomando conciencia del pecado y de las consecuencias que este trae.
Dios no solo nos quiere dar la Luz, sino que quiere hacernos partícipes de trasmitirla, quiere invitarnos a seguirle, que al habernos dejado amar, le amemos, que al recibir la Luz, permanezcamos unidos a la fuente para que en todo instante ardamos y que por su Luz se calienten muchos corazones que andan como hielos por el mundo.
María, Madre de la Luz, estrella de amor, ayúdanos a convertirnos radicalmente, para que no seamos obstáculo ni neblina para la Luz del Señor. Amén
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