26 enero, 2011

Miércoles 26 de enero de 2011.

Evangelio según San Lucas 10, 1-9

Después de esto, el Señor eligió a otros setenta y dos discípulos y los envió de dos en dos delante de él, a todas las ciudades y lugares a donde debía ir.

2 Les dijo: «La cosecha es abundante, pero los obreros son pocos. Rueguen, pues, al dueño de la cosecha que envíe obreros a su cosecha. 3 Vayan, pero sepan que los envío como corderos en medio de lobos. 4 No lleven monedero, ni bolsón, ni sandalias, ni se detengan a visitar a conocidos. 5 Al entrar en cualquier casa, bendíganla antes diciendo: La paz sea en esta casa. 6 Si en ella vive un hombre de paz, recibirá la paz que ustedes le traen; de lo contrario, la bendición volverá a ustedes. 7 Mientras se queden en esa casa, coman y beban lo que les ofrezcan, porque el obrero merece su salario. 8 No vayan de casa en casa. Cuando entren en una ciudad y sean bien recibidos, coman lo que les sirvan, 9 sanen a los enfermos y digan a su gente: El Reino de Dios ha venido a ustedes.

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La cosecha siempre va a ser abundante y los trabajadores pocos. Parece ser que es necesario que esta condición siempre esté presente en la Iglesia. Ahora bien, el hecho de que sea mucha la cosecha no quiere decir que sea fácil recogerla, puesto que hay lobos por todas partes y los granjeros son como ovejas. Además, el Señor pide no llevar ni dinero, ni provisiones, ni sandalias, ni detenerse a visitar a los conocidos. Por todo esto, parece ser que Nuestro Señor lo que desea es que confiemos y aprendamos de Él.

La cosecha es abundante porque Él, Dios, ha sembrado por medio de otros, pero para sembrar tuvo que haber preparado el terreno y regado la tierra. Nada de eso nos toca hacerlo a nosotros, sino simplemente la cosecha. La mies es mucha y basta con cegarla, pero los lobos siempre estarán allí. Pero ¿por qué Dios no ahuyenta los lobos? Porque si lo hiciera, entonces ¿qué mérito habría en cosechar si el terreno, el trabajo y la semilla es de otros?

Por eso, los lobos, las distracciones y la fatiga, pero en especial la confianza en Dios al no llevar nada, son las fuentes de mérito que Dios quiere otorgarnos para nuestro propio bien.

Esta parábola nos enseña cómo Dios nos ama y nos invita a la confianza ciega en él y en el buen desempeño de nuestra labor, con las manos puestas en el arado pero con nuestro corazón depositado en el Reino de los Cielos, junto con los Santos y con los ángeles de Dios. ¿Cuándo entraré a ver el Rostro del Señor?

Todo por la Inmaculada, nada sin Ella.

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