Sábado, 04 de febrero de 2012. Mc 6, 30-34
Señor, hoy me quiero considerar tu discípula, aun cuando a veces no te tengo en cuenta y no te cuento todo lo que hago, pienso, siento, digo…
Tú me llevas a descansar, sí a descansar en el desierto, en la soledad, en la intimidad contigo, pero cuando llegamos hay mucha gente a la espera con sed, con hambre de ti y tú sientes compasión, empiezas con calma, sin afán a enseñarles, pues la gente tampoco descansaba.
¿Cómo dejarte solito? ¿Cómo no aprender de ti a pastorear? Ya sé, mi descanso es escucharte, mi descanso es verte, mi descanso es que tu descanses, y que pueda hacer lo mismo que tú, mi descanso es tenerte sea en el apostolado o en la oración, tenerte a ti es vivir el amor.
Señor te has compadecido de mí, me has visto como oveja sin pastor, y me diste la escuela de María, para que ella siempre me enseñe, concédeme la fidelidad de aquella muchedumbre y tu misma disposición en tu infancia para escuchar amorosamente a nuestra Madre.
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