Evangelio según San Lucas 5,27-32.
Después Jesús salió y vio a un publicano llamado Leví, que estaba sentado junto a la mesa de recaudación de impuestos, y le dijo: "Sígueme".
El, dejándolo todo, se levantó y lo siguió.
Leví ofreció a Jesús un gran banquete en su casa. Había numerosos publicanos y otras personas que estaban a la mesa con ellos.
Los fariseos y los escribas murmuraban y decían a los discípulos de Jesús: "¿Por qué ustedes comen y beben con publicanos y pecadores?".
Pero Jesús tomó la palabra y les dijo: "No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos.
Yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores, para que se conviertan". en
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Continuamente escuchamos que la vocación de Leví consistió en dejarlo todo y seguir a Jesús. A veces se nos olvida un pequeño detalle. Jesús no le pidió que lo dejara todo, sino que le dijo "sígueme". Podríamos pensar que este hombre se convirtió en una especie de "hermano franciscano" que andaba por las calles viviendo de la caridad y sin más posesiones que las que tenía encima, pero eso no es verdad, ¿por qué? porque "Leví, dejándolo todo, se levantó y lo siguió... y ofreció un gran banquete en su casa". Leví invitó a sus amigos publicanos (los que recaudaban impuestos), a su casa a comer con Jesús. Quería que conocieran al Señor, quería que el Señor los conociera a ellos.
De lo que sí estoy seguro es que Leví dejó su mala conducta, al igual que Zaqueo (que también era publicano).
Ahora bien, ¿por qué digo lo que estoy diciendo? porque unos son llamados a ser San Francisco de Asís y otros a ser San Luis Rey de Francia. La pobreza muchas veces es limitada a las cosas materiales y externas, pero a veces se nos olvida la pobreza interior, más fina, más pura, más grande, más difícil.
Estoy seguro de que Leví se desprendió de todas sus cosas, aunque pudo conservar algunas hasta que fueron necesarias.
Todo por la Inmaculada, nada sin Ella.
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