26 agosto, 2014

Un corazón de vidrio

Evangelio según San Mateo 23,23-26.
¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que pagan el diezmo de la menta, del hinojo y del comino, y descuidan lo esencial de la Ley: la justicia, la misericordia y la fidelidad! Hay que practicar esto, sin descuidar aquello.
¡Guías ciegos, que filtran el mosquito y se tragan el camello!
¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que limpian por fuera la copa y el plato, mientras que por dentro están llenos de codicia y desenfreno!
¡Fariseo ciego! Limpia primero la copa por dentro, y así también quedará limpia por fuera.
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¿Cómo está nuestro corazón? no me refiero al órgano que bombea sangre al cuerpo sino al interior de cada uno. De nada sirve tener un músculo cardiaco perfectamente equipado y entrenado para resistir maratones de treinta kilómetros si no está equipado para amar y dejarse amar.
Ante los demás podemos fingir grandes virtudes o aparentar mil cosas maravillosas, pero ante Dios somos frágiles y trasparentes como el vidrio. El Señor puede ver en el interior de nuestro corazón y saber bien qué hay allí. Es más, Dios alcanza a ver aquello que nosotros no (y siempre lo ha visto).
¿Qué habrá en nuestro corazón?
Todo por la Inmaculada, nada sin Ella.

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