Si ustedes me conocen, conocerán también a mi Padre. Ya desde ahora lo conocen y lo han visto".
Felipe le dijo: "Señor, muéstranos al Padre y eso nos basta".
Jesús le respondió: "Felipe, hace tanto tiempo que estoy con ustedes, ¿y todavía no me conocen? El que me ha visto, ha visto al Padre. ¿Como dices: 'Muéstranos al Padre'?
¿No crees que yo estoy en el Padre y que el Padre está en mí? Las palabras que digo no son mías: el Padre que habita en mí es el que hace las obras. Créanme: yo estoy en el Padre y el Padre está en mí. Créanlo, al menos, por las obras. Les aseguro que el que cree en mí hará también las obras que yo hago, y aún mayores, porque yo me voy al Padre. Y yo haré todo lo que ustedes pidan en mi Nombre, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si ustedes me piden algo en mi Nombre, yo lo haré.
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Jesús y el Padre. Jesús está en el Padre y el Padre está en Jesús, porque Jesús es el Hijo. Quien ve al Padre ve al Hijo y quien ve al Hijo ve al Padre. Este lenguaje es difícil de entender y no es fácil de asimilar, pero si lo comparamos con cosas que entendemos, entonces, podremos "digerirlo" un poco.
Hay padres que tienen hijos muy parecidos. Tanto es así, que uno ve al hijo y piensa estar viendo al padre. Bien sea por su físico o por su forma de caminar o por sus expresiones, uno lo reconoce fácilmente. Quien ve a uno ve al otro. Sin embargo tanto el uno como el otro no dejan de ser dos personas diferentes.
Jesús es la imagen visible del Padre, mas no es el Padre, pero como Hijo engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre, tiene una personalidad diferente.
La diferencia con el ejemplo del padre y del hijo parecidos, es que Jesús y el Padre no sólo son parecidos, sino que son Dios, el mismo Dios, el único Dios. Y eso sí que es un misterio y no lo puedo explicar con un ejemplo.
Todo por la Inmaculada, nada sin Ella.
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