Era el día de la Preparación de la Pascua. Los judíos pidieron a Pilato que hiciera quebrar las piernas de los crucificados y mandara retirar sus cuerpos, para que no quedaran en la cruz durante el sábado, porque ese sábado era muy solemne.
Los soldados fueron y quebraron las piernas a los dos que habían sido crucificados con Jesús.
Cuando llegaron a él, al ver que ya estaba muerto, no le quebraron las piernas,
sino que uno de los soldados le atravesó el costado con la lanza, y en seguida brotó sangre y agua.
El que vio esto lo atestigua: su testimonio es verdadero y él sabe que dice la verdad, para que también ustedes crean.
Esto sucedió para que se cumpliera la Escritura que dice: No le quebrarán ninguno de sus huesos.
Y otro pasaje de la Escritura, dice: Verán al que ellos mismos traspasaron.
El costado de Cristo tenía que ser traspasado, porque si no lo era él mismo hubiera colapsado ¿? ¿qué qué? Sí, el amor de Dios es tan grande que sólo podía ser contenido por el Corazón de Cristo, y ese amor se desbordó copiosamente para convertirse en manantiales de gracia para todos los hombres. Si la lanza no lo hubiera traspasado el mismo corazón hubiera explotado para fluir libremente a los corazones de todos nosotros.
Bendita lanza que nos abrió el camino de la salvación. Esa bendita lanza es como la broca que perfora el suelo para encontrar el agua en el desierto, sin la cual todos morirían. ¡Bendita lanza que nos mereció tal manantial de vida!
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