Viernes, 15 de junio de
2012. Jn 19,31-37
Jesús no se reservó nada,
se dio todo a nosotros, nos amó hasta el extremo, incluso permitió que con la
lanza se abriera como una puertecita a su corazón, para que no quedara duda de
que es accesible a todos.
En la cruz podemos ver lo
que hay de íntimo del corazón de Dios, allí se manifiesta su amor infinito,
tanto que ni la piel nos separa de su amor, y muestra de esto es la Sagrada
Eucaristía, en que Dios quiere que lata nuestro corazón al mismo sonido del
suyo, quiere que la sangre que corre por nuestras venas y que bombea nuestro
corazón tenga su misma vida.
Sagrado corazón de Jesús,
en vos confío.
“Este Corazón comenzó a
latir en el seno de María Santísima y, desde entonces, le ha traído al mundo el
fuego del amor de Dios” Beato Juan Pablo II
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