01 noviembre, 2013

Hasta la sangre todos los días

Evangelio según San Mateo 5,1-12a.
Al ver a la multitud, Jesús subió a la montaña, se sentó, y sus discípulos se acercaron a él.
Entonces tomó la palabra y comenzó a enseñarles, diciendo:
"Felices los que tienen alma de pobres, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos.
Felices los pacientes, porque recibirán la tierra en herencia.
Felices los afligidos, porque serán consolados.
Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados.
Felices los misericordiosos, porque obtendrán misericordia.
Felices los que tienen el corazón puro, porque verán a Dios.
Felices los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios.
Felices los que son perseguidos por practicar la justicia, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos.
Felices ustedes, cuando sean insultados y perseguidos, y cuando se los calumnie en toda forma a causa de mí.
Alégrense y regocíjense entonces, porque ustedes tendrán una gran recompensa en el cielo; de la misma manera persiguieron a los profetas que los precedieron.
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¿Qué más le podemos pedir al Señor? ¿Podríamos pedirle a Jesús algo diferente de ser como él? Y si el Señor padeció la pobreza y tuvo que ser paciente, y si estuvo muchas veces afligido y tener hambre y sed de justicia, y fue misericordioso y de corazón puro, y trabajó por la paz siendo perseguido por practicar la justicia, y si fue insultado, perseguido y calumniado, entonces ¿qué esperamos para nosotros?
Las bienaventuranzas son una radiografía de Jesús, son una radiografía de lo que debe ser el cristiano. Las bienaventuranzas deben ser el ideal de cada uno de nosotros porque son la hoja de ruta que lleva a ser como Jesús. Pero, entonces, cuando llega la duda, la tentación y persecución, ¿por qué nos afligimos en vez de alegrarnos?
Todo por la Inmaculada, nada sin Ella.

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