16 febrero, 2013

Jesús nos llama

Evangelio según San Lucas 5,27-32.
Después Jesús salió y vio a un publicano llamado Leví, que estaba sentado junto a la mesa de recaudación de impuestos, y le dijo: "Sígueme". El, dejándolo todo, se levantó y lo siguió.
Leví ofreció a Jesús un gran banquete en su casa. Había numerosos publicanos y otras personas que estaban a la mesa con ellos. Los fariseos y los escribas murmuraban y decían a los discípulos de Jesús: "¿Por qué ustedes comen y beben con publicanos y pecadores?".
Pero Jesús tomó la palabra y les dijo: "No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos. Yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores, para que se conviertan".
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Este evangelio es hermosísimo. Primero que todo nos encontramos con Leví que está trabajando en la recaudación de impuestos. Seguramente ya había escuchado de Jesús y había visto sus prodigios. Pero Leví, como publicano, no podía siquiera aspirar a tener contacto con Jesús por su condición de pecador público. Sin embargo Jesús se acercó a Leví y le habló. Y no sólo le habló sino que lo invitó. Y no sólo le habló y lo invitó sino que lo aceptó como discípulo.
Esa actitud de Jesús es absolutamente sorprendente, porque ningún maestro hacía eso. Los maestros se cuidaban muchísimo de tener contacto con pecadores y mucho más de aceptarlos dentro de sus discípulos.
Leví se levantó de inmediato de la mesa y dejándolo todo siguió a Jesús. ¿Cuál sería la alegría de este hombre por ser aceptado, a pesar de todo lo que era, dentro del grupo que seguía a Jesús? Tal fue la dicha de Leví que celebró con un gran banquete e invitó a todo su gremio de publicanos y muchos pecadores a cenar. La noticia se regó por todo el pueblo y los fariseos fueron (seguramente sin ser invitados) a "averiguar" el chisme. Cuando vieron a Jesús, no sólo con un publicano entre sus discípulos, sino sentado a la mesa con una multitud de publicanos y de pecadores se escandalizaron: ¿Cómo puede su maestro comer con pecadores?
Qué hermoso saber que Dios no es un Dios lejano sino cercano. Qué bueno saber que Jesús vino a curarnos de nuestro pecado y enfermedad y que desea sentarse a la mesa con nosotros para darnos el verdadero alimento que da la vida eterna. Qué hermoso saber que la Eucaristía no es para los santos sino para los pecadores... y aunque no somos dignos de que entre Dios en nuestra casa, una palabra suya bastará para sanarnos.
Todo por la Inmaculada, nada sin Ella.

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