23 febrero, 2013

¿Qué tal que Dios no fuera paciente?

Evangelio según San Mateo 5,43-48.
Ustedes han oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo.
Pero yo les digo: Amen a sus enemigos, rueguen por sus perseguidores; así serán hijos del Padre que está en el cielo, porque él hace salir el sol sobre malos y buenos y hace caer la lluvia sobre justos e injustos.
Si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen lo mismo los publicanos? Y si saludan solamente a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen lo mismo los paganos? Por lo tanto, sean perfectos como es perfecto el Padre que está en el cielo.
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¿Qué tal que Dios no escuchara a sus enemigos? ¿Qué tal que Dios no ayudara a los que no lo aman? ¿Qué tal que Dios lanzada de vez en cuando un rayo sobre los que pecan? De seguro esta tierra ya estaría desierta.
Sin embargo, Dios ama a los que no lo aman. Escucha a los que no lo escuchan. Da la vida por los que no quieren tener que ver nada con Él.
Dios es misericordioso porque perdona al pecador (y siempre está dispuesto a perdonarlo), pero además de misericordioso es paciente. ¿Qué sería de nosotros si Dios no tuviera paciencia sino sólo misericordia? Nos perdonaría un par de veces nada más.
Es interesante ver que no hay ABSOLUTAMENTE nada que podamos hacer para que Dios nos ame menos. Él simplemente nos ama con amor auténtico.
La perfección  la que nos invita este evangelio no es la perfección de no equivocarnos y ser "super" hombres, sino la perfección de la caridad que es capaz de amar al que nos ama y al que no nos ama. La perfección está en asemejarnos a Dios que es paciente y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad y leal, porque si sólo amamos a los que nos aman ¿qué mérito tenemos?
Todo por la Inmaculada, nada sin Ella.

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