16 octubre, 2013

El virus de la soberbia

Evangelio según San Lucas 11,42-46.
Pero ¡ay de ustedes, fariseos, que pagan el impuesto de la menta, de la ruda y de todas las legumbres, y descuidan la justicia y el amor de Dios! Hay que practicar esto, sin descuidar aquello.
¡Ay de ustedes, fariseos, porque les gusta ocupar el primer asiento en las sinagogas y ser saludados en las plazas!
¡Ay de ustedes, porque son como esos sepulcros que no se ven y sobre los cuales se camina sin saber!".
Un doctor de la Ley tomó entonces la palabra y dijo: "Maestro, cuando hablas así, nos insultas también a nosotros".
El le respondió: "¡Ay de ustedes también, porque imponen a los demás cargas insoportables, pero ustedes no las tocan ni siquiera con un dedo!
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El corazón del hombre es demasiado delicado. Fácilmente se infecta del virus de la soberbia. Aún no existe la vacuna que lo prevenga, y ante el ataque inminente de la enfermedad recibe graves daños en tiempos demasiado cortos. La soberbia invade el corazón del hombre y empieza por detener su capacidad de amar. El corazón se vuelve amargo y pierde toda su dulzura. Como efecto secundario aparece la ironía y el sarcasmo y poco a poco se van infectando los demás miembros del cuerpo.
Con la infección de la soberbia en el corazón se afecta también la lengua que empieza a disparar dardos encendidos a diestra y siniestra. La lengua se envenena y todas las palabras salen infectadas y portan el virus.
Acto seguido el corazón se endurece cada vez más y pierde completamente la capacidad de amar. La sangre se vuelve verde y todo el ser se ve entumecido por la dureza del corazón. De ahí que se les llame "cabeza dura" a los que están enfermos de soberbia, porque ya su razón también se infectó por aquella dureza.
A esos infectados por el virus es a los que les habla el Señor hoy en este evangelio. ¿Acaso pensaste que era sólo para los fariseos?
Todo por la Inmaculada, nada sin Ella.

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