24 octubre, 2013

¡PAX!

Evangelio según San Lucas 12,49-53.
Yo he venido a traer fuego sobre la tierra, ¡y cómo desearía que ya estuviera ardiendo!
Tengo que recibir un bautismo, ¡y qué angustia siento hasta que esto se cumpla plenamente!
¿Piensan ustedes que he venido a traer la paz a la tierra? No, les digo que he venido a traer la división.
De ahora en adelante, cinco miembros de una familia estarán divididos, tres contra dos y dos contra tres:
el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra".
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La paz que da el Señor no es una paz de banderitas blancas y palomas al aire. La paz que da el Señor es la paz del corazón. La paz del Señor es aquella que llega de sabernos perdonados y amados por Dios, porque incluso si no hubiera guerra en el mundo y todos los pueblos fueran uno solo, sin pretensiones de conquista, sin el perdón de Dios y la reconciliación con el Padre del cielo, no habría paz.
La paz llega de Dios, y para conseguir esa paz hay que hacerse mucha violencia, en incluso entrar en pugna con quienes no la quieren. Para alcanzar la paz de Dios es necesario entrar en guerra contra los enemigos directos de la paz, contra el pecado, contra el demonio, contra las tentaciones, contra nosotros mismos y nuestra inclinación. Sin guerra interna no hay paz, porque sólo luchando a capa y espada podremos romper los lazos del pecado y las tentaciones del mal.
Es por esto que el evangelio de hoy nos habla del fuego que Jesús desearía que estuviera ardiendo. Es por esto que el evangelio nos habla de división y de guerra.
Todo por la Inmaculada, nada sin Ella.

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